La crisis que viene

larazondemexico

Las consecuencias económicas del coronavirus serán desastrosas. De acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, mientras que antes de la aparición de la pandemia se estimaba un crecimiento de la economía global de 3.3% para 2020 y de 1% para México, ahora se espera que la producción global caiga 3% y que en México la contracción sea de 6.6%.

“Es muy probable que este año la economía mundial experimente la peor recesión desde la Gran Depresión, que relegará a un segundo plano la recesión registrada durante la crisis financiera mundial hace una década”, advierte el FMI en su última proyección. Además del colapso global, por primera vez desde que el FMI mantiene registros, las economías emergentes también se contraerán en 1%. A pesar de las recurrentes crisis de las décadas pasadas, el impacto nunca había sido suficiente como para que las economías en desarrollo también se redujeran.

Esto significa que los países menos ricos, además de tener que enfrentar una posible tragedia en pérdidas humanas aún mayor que en los países desarrollados, debido a la fragilidad de nuestros sistemas de salud y de nuestros gobiernos, también tendremos un impacto significativamente más profundo en nuestras economías. Esto obliga a pensar en medidas económicas sin precedentes para evitar que millones de personas caigan a niveles aún más dramáticos de pobreza en regiones que históricamente se han caracterizado por una desigualdad apabullante, como América Latina.

Pero esta tragedia no sólo requerirá medidas profundas para tratar de suavizar los devastadores efectos de la crisis, sino que es necesario que se abra un profundo debate sobre las instituciones y el arreglo actual de nuestras sociedades. En los países desarrollados, por ejemplo, la crisis ha mostrado la necesaria revalorización del estado de bienestar. Es muy diferente enfrentar la crisis con un sistema de salud fragmentado en el que el dinero es capaz de definir la diferencia entre la vida y la muerte, como en Estados Unidos, que en un sistema en el que todos los ciudadanos tienen garantizada la atención médica.

En nuestros países, por el contrario, los pasos hacia sistemas universales de protección económica o de salud han sido bastante tímidos e insuficientes. Y precisamente aquí es donde es necesario poner un énfasis vital: las cosas deben cambiar. Así como en los países desarrollados la tragedia de la Segunda Guerra Mundial los obligó a pensar en instituciones y acuerdos que permitieran garantizar los derechos de todos sus ciudadanos, a través de un estado de bienestar financiado por impuestos progresivos, de igual manera es necesario pensar en esta situación en términos similares. Si bien todos sufriremos consecuencias de esta crisis, serán los menos aventajados los que se lleven la peor parte y esto debe cambiar.

Si salimos de esta crisis con exactamente las mismas instituciones y sin cambios sustantivos en nuestros arreglos políticos, económicos y sociales, las vidas perdidas, los empleos destruidos y los días de encierro de millones de personas lentamente irán desvaneciéndose para perderse en la nada. Después de la crisis, no podemos creer que todo puede seguir igual.

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