Las personas con Covid-19 que viven en ciudades con aire más contaminado tienen más probabilidad de morir por la enfermedad, según un estudio recientísimo de la Escuela T. H. Chan de Salud Pública de Harvard. Un paciente que haya vivido durante décadas en una región con altos niveles de polución por partículas finas (PM 2.5) tiene un 8% más de probabilidad de morir por Covid-19 que otro que habite en una zona con apenas una unidad menos en la escala de contaminación.
Aplicando esos datos a México, podrían acumular más hospitalizaciones y decesos por el virus SARS-CoV-2 los municipios siguientes: Mexicali, Toluca, Ecatepec, Tlalnepantla y Nezahualcóyotl. En América Latina, capitales como Santiago de Chile y Lima, Perú. Porque en esos lugares se observan los más altos niveles de PM 2.5 de América Latina.
Las principales fuentes contaminantes de estas partículas son los vehículos a diésel, como tractocamiones y autobuses. La sustitución del transporte público con tecnología que funcione con electricidad sería un alivio. También la efectiva verificación de esas unidades pesadas, porque los gobiernos parecen vigilar sólo a los autos particulares. Por ejemplo, la verificación del transporte público concesionado que se efectúa actualmente en la Ciudad de México, a través de los Centros de Transferencia Modal (Cetram), no parece incluir la medición directa de contaminación. Al menos si creemos a lo que dice Andrés Lajous, secretario de Movilidad: “Para llevar a cabo el proceso se realiza un cuestionario electrónico acompañado de evidencia fotográfica, se revisa la licencia vigente, placas, tarjeta de circulación, póliza de seguro, llantas, cromática completa de la unidad y ruta, así como puertas, ventanas y parabrisas en buen estado”.
Desde luego, también generan partículas 2.5 las fábricas, los caminos no pavimentados, incendios forestales y la generación de energía eléctrica. Estas dos últimas causas de emisión se están agravando por negligencia del actual Gobierno. Sí: incendios forestales y centrales eléctricas sucias.
En mayo de 2019, muchas ciudades de México se vieron envueltas en humo. Se tuvo que decretar la contingencia ambiental extraordinaria por los incendios forestales generalizados. Un año después se repite la situación en Yucatán (Oxkutzcab, Maxcanú y Tizimín), Quintana Roo (Bacalar, Lázaro Cárdenas, Cancún y Playa del Carmen) y en Chiapas (Cañón del Sumidero). Algunos incendios en las selvas mayas, pastos y matorrales de la península de Yucatán podrían ser provocados para deforestar, impulsar el cambio de uso de suelo y sembrar soya y sorgo o lanzar desarrollos inmobiliarios.
En el caso de la electricidad, la terrible noticia durante la epidemia, junto con los decesos y la crisis económica, es que la CFE quiere regresar al combustóleo y abandonar la energía eólica y solar. ¿Por qué? Para arrojar en obsoletas centrales los hidrocarburos que el resto del mundo desprecia. Tirar en los pulmones de los niños de Tula nuestra basura fósil.
Mezclada con el Covid-19, la contaminación del aire por partículas 2.5 es un cocktail mortal.