Yo no sé para muchos de ustedes, pero para mí como mujer y como narradora de historias, —muchas de ellas sobre violencia física y emocional contra mujeres— lo más feo de esta semana, sin subestimar las cifras del Covid-19, fue escuchar a nuestro presidente minimizar la problemática de violencia de género en México y sobre todo en este tiempo.
Contradijo lo dicho al respecto por la propia secretaria de Gobernación días antes, así como la alerta expresada por la presidenta de InMujeres; ignoró los números de la Fiscalía General de la República, del Consejo Ciudadano de la Ciudad de México (aumentó en 383% el número de llamadas solicitando apoyo por violencia familiar); y los de otras organizaciones tan importantes como Semáforo Delictivo, Causa en Común, Observatorio Nacional Ciudadano u Observatorio del Feminicidio, cuyas muestras en materia de violencia de género e intrafamiliar son desoladoras.
¿Será posible que entre el interior de Palacio Nacional y el exterior, se vivan Méxicos tan distintos y tan distantes?
Minimizar el problema de violencia que enfrentamos las mexicanas todos los días, es otro acto de violencia de género. Punto.
El presidente López Obrador posiblemente necesita una dosis de realidad, de sensibilidad o simplemente la información correspondiente y completa, porque sus expresiones, lastiman a millones de mexicanas.
No tiene caso recurrir a la cita textual de esa conferencia mañanera una vez más, o a los número duros y rojos otra vez, porque la herida es profunda y ya sangra suficiente.
Sobre todo de cara a este 10 de mayo inédito, en el que además, miles de madres no tendrán nada qué celebrar, abrazando su pérdida con sabor a sal, paradas encima de una de esas lozas que llevan a la eternidad o acariciando una urna.
La realidad en México es que para millones de mujeres la violencia está presente —y hasta normalizada— en la calle, la escuela, el transporte público; en el trabajo, el hogar y hasta en el ministerio público; en las comunidades indígenas, en los cuerpos femeninos de enfermería, de la policía, en el consultorio médico o en los hospitales.
La última Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares, realizada por el Inegi arrojó que es el Estado de México donde más maltrato obstétrico existe en el país, con un 39.5%, seguido de la Ciudad de México con un 39.2 y Tlaxcala con el 37.7.
En 2019 la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México emitió una recomendación a la Secretaría de Salud, a la Procuraduría General de Justicia y al Instituto de Ciencias Forenses, por violaciones a los derechos humanos de mujeres y tratos inhumanos en contra de víctimas entre otros.
Hace apenas unos días, la ONU advirtió que en condiciones de confinamiento la violencia de género aumenta al menos 20%, lo que podría derivar en la cifra alarmante de 31 millones de casos de abusos sexuales, dos millones de mutilaciones a niñas y 13 millones de menores de edad forzadas a unirse en matrimonio, y México no es el país que vaya a librarse de eso.
Aquí la violencia intrafamiliar ha aumentado más del 100% desde que inició la crisis por la epidemia de Covid-19, y ocurren casos como el de la alcaldía Iztacalco, donde una mujer fue detenida luego de asesinar a su esposo, motivada por las constantes humillaciones y agresiones físicas de las que fue víctima a raíz del aislamiento. Ella misma se entregó y se declaró culpable.
Las mujeres con discapacidad también son violentadas desde el momento en que son invisibilizadas. El portal Yo También cita un texto que señala cuánto desconocemos el número real de mujeres con discapacidad víctimas de violencia en México, porque no hay datos ni estadísticas, no hay denuncias, y las pocas que hay no están contabilizadas.
En tiempos de Covid-19 las mujeres representan más del 40% del personal médico y más del 80% del de enfermería, que es por cierto el que tiene el contacto más directo con las personas infectadas con el virus, razón por la cual muchas ya han denunciado agresiones o discriminación.
En México la violencia contra las mujeres también es una epidemia, que cobra la vida de 10 al día, aun sin aislamiento, sana distancia o cubrebocas. Se llama violencia de género y hasta hoy no hay “fraternidad” que haya podido detenerla.