Por el momento no se visualizan del todo las consecuencias que va a dejar en nuestra cotidianidad el coronavirus, lo que es un hecho es que quizá sin darnos cuenta ya estamos cambiando.
El día después es una incógnita, pero todo apunta a que nuestras relaciones van a cambiar de manera sustantiva en su forma. Somos una sociedad que abraza y se manifiesta de manera física, lo cual va a sufrir modificaciones importantes como ya se está viendo.
Con el confinamiento nos hemos ido entrenando. El que estemos adquiriendo el hábito de la limpieza y la distancia nos ha ido poco a poco acercando a lo que se vislumbra será el futuro que nos viene.
En el proceso no todos tendremos las mismas oportunidades. Las diferencias sociales colocan a una buena parte de la población en zona de riesgo, porque no tiene en su entorno posibilidad alguna de adquirir estos hábitos; mientras no se encuentre una vacuna estará expuesta.
Un hecho que refuerza todo esto está en lo que ocurre en las zonas marginales, lo cual confirma que el coronavirus ataca por igual sin importar la condición socioeconómica, como de manera absurda había planteado el gobernador de Puebla.
Ante los inevitables nuevos hábitos se va a tener que crear una infraestructura que priorice por encima de todo la limpieza y la salud. Las ciudades van a requerir de un sistema de limpieza en donde los ciudadanos seremos parte fundamental, lo cual sería altamente positivo.
Si los ciudadanos no somos parte central del proceso nada va a surtir efecto. Los gobiernos tienen que crear nueva infraestructura que incluya basureros por toda la ciudad y bebederos de agua, entre otras cosas. Tanto los ciudadanos como los gobiernos tendremos que hacer nuestros deberes juntos y coordinados.
Más allá de que estas semanas le haya costado a mucha gente quedarse en casa, tomar la sana distancia e incluso ponerse el controvertido cubrebocas, también es cierto que algunos ciudadanos han hecho poco por hacerlo.
Algunas aglomeraciones de gente son entendibles por más riesgosas que sean. En el Metro, por ejemplo, cuesta mucho trabajo en ciertas horas tomar distancia, pero, más allá de ello y de otras circunstancias, hay claras pruebas de la poca atención y rigurosidad de algunos ciudadanos.
Ha prevalecido también la duda sobre el coronavirus. Hay personas que de plano no creen que les pueda pasar algo e incluso creen que forma parte de una especie de complot.
Las primeras acciones del Gobierno pudieron haber repercutido entre mucha gente ya que dio la impresión de que no se tomó con la debida seriedad y oportunidad lo que ya se estaba viendo que pasaba en otros países, Italia, España, EU y Brasil son prueba de ello. Sólo sabremos las consecuencias al paso del tiempo, a algunas naciones les ha salido muy caro aquello de que en la tardanza está el peligro.
En la medida que pasa el tiempo todos sabemos que será más difícil estar en casa, no sólo para la gente que vive al día. Las innumerables variantes laborales colocan a mucha gente cada vez más cerca del límite si no es que ya llegaron a él.
Las urgencias deben llevarnos a decisiones sensatas. No se pueden dar pasos sin un plan que tenga que ver no sólo con lo económico, que por lo que se ve no hay manera de conciliar, sino también en la creación de infraestructuras que permitan a los ciudadanos encontrar en las calles condiciones para los inevitables nuevos hábitos.
Los gobiernos son los responsables de ello, pero va a estar en los ciudadanos la posibilidad de que entremos rápido a algunos procesos y en los empresarios crear condiciones en las oficinas y las fábricas.
RESQUICIOS.
Todo indica que el Presidente está superando los momentos difíciles que lo llevaron a una baja en sus niveles de popularidad hecho que la oposición no aprovechó ni tantito; a lo mejor, como le gusta a López Obrador decir “me hicieron lo que el viento a Juárez”.