Riesgos y oportunidades de la soledad

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Tal vez hayamos encontrado en el confinamiento una larga lista de sinsentidos que considerábamos asuntos esenciales para sentirnos bien. Existe una postura pusilánime ante la vida descrita por Christopher Bollas: ser anormalmente normal. Adaptarse en exceso al statu quo sin poder imaginar una realidad distinta. Buscar siempre el lado positivo de las cosas sin estar dispuestos a correr riesgos es un obstáculo para la esperanza auténtica.

Uno de estos riesgos es aprender que la soledad no es desolación y que el encierro siempre es aburrimiento. Que la soledad puede ser una experiencia de fertilidad para el amor propio, para el narcisismo positivo y para tener relaciones sanas.

En su ensayo Sobre el riesgo y la soledad (On risk and solitude) Adam Philips dice que la afinidad con la soledad puede compararse con la que sentimos con algunas personas. Subraya que el miedo a la soledad tiene su origen, como siempre, en la historia del desarrollo. La primera experiencia con la soledad, nuestra primera experiencia con el otro, está llena de peligro. La soledad es un viaje potencialmente fatal en la ausencia de suficientes cuidados maternos.

En la soledad, el niño descubre su deseo, ese que su objeto nunca podrá satisfacer del todo. Lacan dice: el sujeto sólo ha pedido, exigido, de otro modo no habría sobrevivido.

El niño dependiente, si tuvo una madre suficientemente presente y atenta, será capaz de estar solo, no para escapar de la persecución sino para tener una privacidad fecunda.

El adulto corre un riesgo al confiar en sí mismo. Aprender a estar solo no es sólo un triunfo sobre la necesidad del objeto. También es arriesgarse.

Al estar solos, la relación con el cuerpo es ineludible. El cuerpo, que a veces es el extraño más familiar. ¿Es el cuerpo una casa segura, confiable, capaz?

Lo que el adulto se pregunta sobre su cuerpo también podría preguntárselo sobre su madre o cuidador principal. Puede ser que estos días hayan estado llenos de comida, alcohol y otras sustancias, como formas de anestesiar al cuerpo que no contiene. Hacer una rutina deportiva y moderar los antojos, en medio del agotamiento por angustia, ha sido un reto más.

Pero es posible estar en soledad sin angustia ni preocupación. Es en este sentido que Winnicott nos dice que el objeto es un obstáculo para una intimidad apasionada y para el desarrollo personal. Nuestros objetos amados son independientes de nosotros. El bienestar podría definirse también como el equilibrio entre la preocupación por los otros y el placer de estar solo despreocupadamente.

En la soledad se manifiesta la relación que uno tiene con uno mismo: el terror a no depender de nadie, los fantasmas, las ficciones, el inconsciente, la valentía de tolerar la desesperación, las crudas verdades que no serán consoladas, el riesgo de la libertad potencial, ser la semilla de uno mismo, estar absorto, concentrado, atento, sin que el cuerpo estorbe, en la ausencia del tiempo, pensando en lo que está pasando o en lo que ha pasado.

Dijo Camus: no hay amor a la vida sin la desesperación de vivir.

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