El relajamiento ante el coronavirus empieza a ser cada vez más delicado e inquietante. Se intuye cuáles pueden ser las razones y urgencias de mucha gente por salir a la calle, más allá de las compras necesarias.
El hartazgo se puede estar apoderando de muchos independientemente de la necesidad de atender nuestra vida cotidiana. El gran problema para la mayoría de la población es y seguirá siendo el económico. Para muchas personas ha sido materialmente imposible quedarse en casa, hacerlo es no tener cómo vivir.
El relajamiento tiene lógica. Han sido meses de aguante y no se puede seguir bajo la misma línea. Hay a quien le puede estar llegando el hartazgo, con todo lo que esto significa, y hay, la mayoría, quien está desde hace tiempo entre la espada y la pared.
Las autoridades tienen que ver con la gran mayoría de las reacciones. Su discurso a veces es contradictorio, sobre todo cuando se refiere a la “nueva normalidad” porque a menudo, particularmente el Presidente, hace referencia al tiempo y condiciones que faltan para poder determinar la salida como si estuviéramos realmente cerca de ello.
Cuando se habla que se empieza a ver la luz al final del túnel, se habla de que pronto se va a decretar el fin de la cuarentena. Sin duda es importante alentar a la sociedad y tener un discurso positivo para ello; sin embargo, en diferentes ocasiones ha sucedido que se plantean fechas, las cuales ni remotamente se han cumplido.
A esto sumemos el tema que ha generado controversia, los números que proporciona diariamente el afamado vocero. Las veces que se han hecho críticas la respuesta entra más en los terrenos ideológicos que en los científicos. La respuesta a los artículos de diferentes medios de comunicación internacionales fue desproporcionada y lo sigue siendo.
Nos hemos referido en diversas ocasiones a cómo los ciudadanos pueden interpretar el discurso de los funcionarios. Podría pasar que muchos estén asumiendo en las palabras, sobre todo del Presidente, una especie de convocatoria, a querer o no, al relajamiento. Ante una situación como la que vivimos, desde donde se vea inédita y con escasos referentes, todo es susceptible de interpretarse y más cuando de por medio están objetivas urgencias.
El discurso presidencial ha sido desigual y quizá su actitud, por momentos relajada, pueda provocar reacciones similares entre los ciudadanos, sobre todo entre quienes están con la necesidad de salir.
En muchos casos se ha visto cómo en algunos barrios la gente no ha tomado con la debida seriedad las cosas. Habrá quien no crea ni vaya a creer jamás en el coronavirus y en lo que está pasando, que sean incrédulos y que pongan de ejemplo a Suecia, que, por cierto, es un muy mal ejemplo.
Se han hecho fiestas, muchas personas están en las calles sin motivos aparentes sin cubrebocas, y los mercados populares no han cerrado por más que se le ha exhortado a la gente a que se quede en casa.
Diversos especialistas nos han insistido en la importancia de cuidar lo más que se pueda el discurso. Varios doctores nos han llamado la atención respecto a la importancia que tiene ser prudente y cuidadoso, sobre todo en lo que corresponde al tema de levantar la cuarentena.
En la etapa en que estamos el relajamiento puede terminar por ser un detonador para que se nos agudice la crisis. Habrá que portarse serios en días en que el relajamiento nos puede llevar a volver a empezar.
RESQUICIOS.
El vocero de los industriales de energías renovables, Julio Valle, nos planteó algunas razones del sector ante el acuerdo de energía del Gobierno. “Existe una preocupación generalizada. La decisión e instrumentación cambia las reglas del juego sin pasar por el Legislativo. Confiamos en el Poder Judicial. No es el camino para fortalecer a Pemex y a la CFE sería aislarlos de la competencia. Con la decisión se van a tener menos elementos para mitigar el efecto invernadero”.