La deslumbrante “modernidad” del Tren Maya a diésel

ANTROPOCENO

BERNARDO BOLAÑOS larazondemexico

Dice el anexo técnico del proyecto de Tren Maya que “se prevé disponer de un lote de aproximadamente 75 trenes de tracción Diésel-Eléctrica que circularán por la ruta para prestar el servicio de carga y pasajeros”.

Los trenes a diésel emiten importantes cantidades de óxidos de nitrógeno y partículas finas PM 2.5. Por ello están siendo sustituidos por trenes totalmente eléctricos o a hidrógeno. La compañía ferroviaria de Alemania, Deutsche Bahn, es la principal consumidora de energía verde (eólica, solar y con biomasa) de ese país. Los novedosos trenes a hidrógeno, por su parte, poseen tanques donde se mezcla hidrógeno con oxígeno para lograr la propulsión y sólo expulsan vapor de agua. Aunque más caros, esta tecnología está mejorando sus costos y habría hecho del Tren Maya un verdadero estandarte de innovación y compromiso ambiental.

Cito ahora el discurso de nuestro único premio Nobel de ciencia, el doctor Mario Molina, del 22 de mayo de 2019, luego de la contingencia extraordinaria por partículas PM 2.5: “¿Qué pasó en México? Que el ozono era más fácil de medir y fue lo primero que se limitó. Pero realmente las partículas son más preocupantes, las PM 2.5 […] Quiero enfatizar los efectos que tienen en la salud. Tienen efectos en la gente vulnerable, por eso hay más fallecimientos. Pero quizá lo más preocupante es en el desarrollo pulmonar de los niños. Eso se ha documentado muy bien. Afectan no solamente a las mujeres embarazadas, sino a los niños antes de nacer”.

Por lo que respecta al otro contaminante que generará el Tren Maya, el dióxido de nitrógeno, éste produce asma en millones de personas, principalmente niños, en el mundo. No se trata de una enfermedad del progreso, pues aunque el asma infantil aumenta constantemente desde los años 50 del siglo XX, el 80% de las muertes ocurren en países de ingresos bajos y medios-bajos.

Nuestro Tren Maya no será símbolo de progreso, sino de subdesarrollo. Una querida amiga académica, fan del Presidente, me dice: “Tú has viajado a Europa y te has subido a trenes padrísimos, ¿no quieres lo mismo para México?”. No sabe, no tiene por qué saberlo, de los trenes auténticamente eléctricos y a hidrógeno. Debí responderle: “No todos los trenes son un orgullo. Tú has estudiado la situación que viven los inmigrantes mexicanos en Chicago. En sus barrios están expuestos a mayor contaminación que los habitantes de otras ciudades estadounidenses. Ésta viene en gran medida de las locomotoras a diésel”. Dentro de los vagones de los trenes a diésel se respira peor aire que afuera. Si el Presidente cree que los jóvenes de la generación Greta Thunberg van a subirse entusiasmados a este transporte obsoleto desde ahora está equivocado.

El Tren Maya es riesgoso económicamente, impuesto sin participación, disruptivo de áreas naturales protegidas y amenaza con llevar a miles de personas a poblados que hoy son todavía de talla sostenible. Pero, además, será contaminante. Parafraseando a Goya, hay sueños de modernización que producen monstruos.

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