Nuestros muertos, un recuerdo cotidiano

QUEBRADERO

JAVIER SOLÓRZANO ZINSER Foto: larazondemexico

La avalancha de coronavirus nos ha ido llevando a perder sensibilidad ante nuestros muertos, quizá sin darnos cuenta.

Si en algo se han esmerado es en demostrar que la curva se va achatando, en que ya vamos amansando a la pandemia y en que podamos colocar el semáforo en naranja; pero al final poco o nada empiezan a importar los nombres y apellidos de todos los que son sospechosos, contagiados o fallecen.

Pareciera que para el propio Presidente el tema se define y explica en otra ventanilla y cuando se refiere a él termina por tratar de hacer ver el mejor lado de las cosas, cuando las condiciones son adversas.

Nuestros muertos han pasado de ser personas a convertirse en números. La forma en que los aparatos de gobierno se expresan sobre la pandemia está llevando a una muy delicada insensibilidad ante lo que miles de familias viven.

Se va pasando por alto el profundo dolor y tristeza para que todo se remita a si estamos siendo capaces de frenar la pandemia o si ya no tenemos gente en los hospitales para apurar el cambio en el semáforo.

A diario crece el número de muertos a los que van convirtiendo en números sin hacer referencia al dolor e impotencia que hay detrás de sus cercanos. Han sido las familias y la sociedad quienes han reconocido y recordado a quienes se han ido a través de cantos, aplausos o actos profundamente conmovedores desde sus balcones, ventanas o la puerta de sus hospitales.

Entendiendo lo abrumador y difícil que ha sido sortear a la pandemia, no podemos por ningún motivo perder la sensibilidad ante lo que nos está pasando, proceso en el cual el Gobierno debiera ir mano.

En diversas ocasiones hemos planteado que sería de enorme relevancia recordar, y en algún sentido homenajear, a nuestros muertos con un minuto de silencio previo al inicio de las conferencias de las 7.

No nos está dando tiempo la pandemia de despedir a nuestros muertos. En muchos casos no se les puede ver, a lo que se suma la confusión informativa que ha prevalecido en los centros hospitalarios, los cuales, a pesar de lo que diga el Gobierno, en muchos casos han sido rebasados.

Un momento profundamente triste, rabia e impotencia como el que vivió la familia Pérez es prueba de ello. Georgina Delia Martínez Cortés, esposa de René y mamá de Laura y David, fue internada en el Hospital General Regional 200 Tecámac del IMSS el 27 de mayo a las 23:45. Previo a esto se la pasaron materialmente deambulando en hospitales y clínicas.

Lo que pasó a partir de ese momento oscila entre la confusión, desinformación e insensibilidad. Doña Georgina logró hablar en algunas ocasiones con su familia hasta que perdió la comunicación. La familia pasó de la alegría, les informaron el 5 de junio a la 1:20 am que había sido dada de alta, a la pena y dolor. A la 1:40 su esposo llegó a la clínica donde lo tuvieron esperando hora y media para decirle lo contrario, que su esposa había fallecido. En el acta de defunción se reportó pulmonía atípica y en el renglón de observaciones posible Covid-19.

La indignación de la familia es profundamente explicable porque, con razón, no entienden cómo fue que la dieron de alta y horas después les informan que estaba muerta. “No la quise ni ver, nos dice Laura Pérez, no la pudimos enterrar ni despedirnos de ella, es inhumano lo que nos hicieron”.

Si perdemos la capacidad y sensibilidad de reconocer a nuestros muertos perdemos el sentido de vida y de nuestra propia existencia.

Todos entendemos el apabullante proceso por el que estamos pasando, pero como sea debemos hacerlo por nuestros muertos.

Es tiempo de hacerlo ver y valer, se podría hacer todos los días a las 7:00 pm, un minuto para que las familias sepan que todos nos acordamos.

RESQUICIOS.

Que México haya sido elegido de manera unánime integrante del Consejo de Seguridad de la ONU es una gran noticia. El Gobierno tiene una extraordinaria ventana para ser parte del mundo y dejarse de ver el ombligo.