Despierto en la madrugada: he perdido la noción de estar. Sé que estoy en mi habitación; pero, no sé en qué tiempo trajino. Sí, es la madrugada del penúltimo viernes de este junio del año 2020. Los comunicados oficiales del gobierno insisten en que nos quedemos en casa. Estoy mareado, me doy cuenta que braceo en unas aguas imprecisas: la amanecida se pronuncia en un silencio de calamidades que ya permanece adherido en el transcurrir. ¿Qué acontecerá hoy? ¿Qué sucede en estos tiempos oscuros? El horario de verano permite que todo claree anticipado.
Me desprendo de las sábanas: sigo mareado todavía: como desfallecido, llego al baño dando tumbos: me sonrío de mí, que es burlarme de mis años. Me miro en el espejo: he perdido “la oscura tentación de morir joven”, recuerdo que lo leí ayer en unos de los diarios de Emilio Renzi, que el escritor Ricardo Piglia dio a conocer en 2015. “Ya todo está. Los miles de reflejos / Que entre los dos crepúsculos del día / Tu rostro fue dejando en los espejos / Y los que irá dejando todavía”: recuerdo Everness, el poema de Jorge Luis Borges que tanto le gustaba a Reinaldo Arenas. La disyuntiva se encoge o yo me agazapo en el recaudo moribundo de este viernes. Todo está suspendido, todo persevera con letargo sigiloso en el vaivén humedecido de la espera.
El libro verde de Borges: Obras Completas (Emecé Editores, 1974): volumen que transita y vive conmigo desde hace más de 40 años (¿cuántas veces he tenido que salvarlo en las separaciones de bienes y enseres domésticos después de terminada una relación amorosa?). Ejemplar que sigo subrayando, folios a los que entro con delirio, entusiasmo y curiosidad como si fuera la primera vez. Y ahora, en estos días, he complementado esas visitaciones con Los Diarios de Emilio Renzi (Anagrama, 2015/16/17), de Ricardo Piglia (Adrogué, 1940-Buenos Aires, 2017). Siempre regreso a El Aleph (1949): hago puerto en “Emma Zunz” y por supuesto, en “El Aleph”. Hago escala En el informe de Brodie (1970): “La intrusa”, me sigue arrobando en su tristeza nómada. No dejo de caminar por las coordenadas de Otras inquisiciones (1952), hago parada inexorable en “La flor de Coleridge”.
Releí en estos días La máquina del tiempo, de Wells: lloré (gesto que no asumí en mi lectura de juventud): junto con Borges me inquieto con ese hombre que ha viajado físicamente a la eventualidad de lo que será y “vuelve rendido, polvoriento y maltrecho”: acarrea del futuro una flor marchita. Evoco a Juarroz: “La rosa es la más conmovedora victoria de un instante de perfección sobre la necesidad. La rosa es una experiencia de ritmos escondidos que buscan también brotar hacia la música”. Triunfante minuto de ardor de este personaje que trae como único testimonio una flor mustia. Lo dice Paul Valéry: “La historia de la literatura es la Historia del Espíritu”. Flor futura: incitación categórica: ficción.
“El olvido. Es uno de los grandes temas de la literatura, dijo Renzi al empezar su clase. Ser olvidado, la tragedia del amante abandonado que sabe que se ha perdido en la memoria de la persona que ama. Y luego el no poder olvidar, otro gran tema, los recuerdos como una condena, el remordimiento”: Piglia (Tomo III, Los diarios de Emilio Renzi). “Si un hombre atravesara el Paraiso en un sueño, y le dieran una flor como prueba de que había estado allí, y si al despertar encontrara esa flor en sus manos... ¿entonces, que?”, pregunta Coleridge. Los recuerdos suplantan al olvido: configuran a la rosa marchita de Wells. “Todo lenguaje es de índole sucesiva; no es hábil para razonar lo eterno, lo intemporal”: Borges. “Me he refugiado en la mente, en el lenguaje y en el porvenir”: Renzi.
- Autor: Jorge Luis Borges
- Género: Ensayo, Poesía, Relato
- Editorial: Emecé, 1974
- Autor: Ricardo Piglia
- Género: Ensayo, Diario
- Editorial: Alfaguara, 2017