En algún sentido el Presidente se juega parte del capital invertido en las elecciones del 2021, una derrota, se ve difícil, le podría disminuir su capacidad de maniobra para consolidar un proyecto, el cual anda como en una montaña rusa.
Algunas variables que ha enfrentado su gobierno han sido ajenas, pero la final, como sea, todo suma. Lo que se le puede señalar al gobierno es el no actuar con prontitud y oportunidad ante circunstancias en donde sigue tratando de no salirse de su esquema que a estas alturas merece adaptaciones.
Una parte de los problemas económicos se debe a variables externas. La crisis del petróleo le vino a pegar al área en la cual el Presidente ha hecho su gran apuesta, a pesar de lo que significa seguir una política de apoyo a las energías fósiles, siendo que la industria energética está en proceso de transición hacia las energías renovables o limpias.
El coronavirus es otro elemento inesperado. No tenemos todavía los elementos suficientes para poder saber si la estrategia del gobierno ha sido la indicada, lo que es un hecho es que el país está severamente afectado por más que el Presidente busque un discurso alentador, que en muchas ocasiones se aleja inquietantemente de la terca realidad.
Con Covid-19 y con problemas económicos o sin ellos, el gobierno sabe que debe buscar afanosamente mantener la mayoría en el Congreso, como están las cosas, lo que pase en las elecciones del 2021 puede colocar al gobierno entre la consolidación de su proyecto o meterlo en una dinámica compleja de consecuencias inesperadas.
La elección es un galimatías. No se sabe lo que pueda pasar, porque hasta ahora no hay elementos precisos para conocer hasta dónde ha disminuido en realidad la popularidad del Presidente. El rango en que se mueven las encuestas no ofrece un panorama claro, porque mientras algunas lo siguen colocando entre 60 y 62%, otras lo ubican entre el 47 y 48% de popularidad.
Lo que sí parece que está pasando es que se va formando una creciente corriente de opinión crítica hacia el Presidente y en particular a su gobierno. Este hecho presumimos que no le pasa por alto al Ejecutivo, quizá por ello de manera indirecta esté empezando a hacer referencias regulares sobre el proceso electoral.
El que López Obrador se asuma como “guardián” de las elecciones tiene pinta de ser una especie de aviso. La respuesta del INE y la reacción posterior del Presidente ya nos va llevando a un callejón.
Argumenta el Presidente que como ciudadano tiene derecho a opinar sobre el proceso y el papel del INE. Sin embargo, deberá reconocer también que él no es cualquier ciudadano, lo que haga y deje de hacer trasciende a la vida del país a la par que existe un marco normativo que define los alcances del Ejecutivo en la materia.
Da la impresión de que las mañaneras pueden terminar por ser un dolor de cabeza para el INE. El riesgo es alto, porque podemos entrar en confrontaciones en donde en la medida en que se acerque el proceso electoral quien más podría estar expuesto es el INE.
Podríamos estar bajo diarias discusiones en que el Presidente señala y el INE se la pase conminándolo a que se ajuste a la legalidad, ante lo cual cabe la posibilidad de que López Obrador no haga mucho caso que digamos.
Podríamos pasar meses de confrontación, debido a que un ciudadano, que no es cualquier ciudadano, se la pasa señalando, sin que sepamos cuándo habla el susodicho ciudadano y cuándo habla el Presidente que hace las veces de ciudadano y militante.
No hay oposición competitiva y quienes han tomado distancia del Presidente no van a votar por la oposición se van a abstener y con ello si alguien gana es la casa.
Llegaron los rounds de sombra.
RESQUICIOS.
Una fecha clave para el 2021 se puede presentar el 22 de julio, ese día se podrían elegir a las o los 4 consejeros del INE. No vaya a ser que echen toda la caballada y entonces todo lo que se decía de malo del INE se lo lleve la nave del olvido.