Desafío, reto e intimidación

QUEBRADERO

Javier Solórzano Zinser 
Javier Solórzano Zinser  Foto: larazondemexico

El atentado del viernes trastoca las estructuras de la seguridad en nuestra sociedad. Provoca un inevitable miedo porque le pega a las instituciones encargadas de la seguridad y las expone, independientemente del desenlace.

Queda claro que la reacción del equipo de García Harfuch fue profesional y precisa. El evento parecía eterno, pero ante ello tuvieron capacidad de reacción, ante un ataque despiadado que no alcanzó su objetivo entre la impericia y la oportuna acción y contraataque de la policía.

Hay muchas preguntas que requerirán de tiempo para responderse. Una de ellas tiene que ver con los servicios de inteligencia, porque se tenía información de que se estaba preparando un ataque en contra de personajes estratégicos del Gobierno.

¿Qué tanta información se tenía como para estar atentos y vigilantes ante un posible ataque de uno de los cárteles más sanguinarios y poderosos?

El inmediato tuit de García Harfuch establece, sin duda, que el ataque vino del CJNG, lo que confirma que sabía que lo traían en la mira. No dejó duda alguna de quienes lo atacaron, es evidente que algo sabía y es en este renglón en donde las preguntas establecen las dudas sobre los sistemas de inteligencia.

Iban tras García Harfuch con una estrategia en la que establecieron tres diferentes lugares para atacarlo, según se ha informado, lo que hacía inevitable la confrontación en un punto u otro. Como fuere, se presume que se tenía información como para desarticular previamente el ataque o quizá preverlo el mismo día.

Al final lo importante, insistimos, es que se dio una reacción rápida a pesar de las bajas que tuvo la policía, a lo que se suma la dolorosa pérdida de una persona que se dirigía a trabajar y que estuvo en el peor lugar, en el peor momento.

El otro componente de lo sucedido tiene que ver con lo que pasa en la ciudad. Está claro que los ciudadanos vivimos bajo el riesgo. Muchos hechos violentos se pasan por alto, terminan por no ser denunciados porque se ve a la autoridad incapaz y en algunos casos cómplice. Expresiones como “mejor ya váyase y deje las cosas así”, “le pudo ir peor”, “mejor no le busque porque son muy vengativos”, “no se le olvide que conocen todo lo que usted hace”, se han convertido en “argumentos” que por obvias razones inhiben la denuncia. La situación en la ciudad sigue siendo profundamente delicada y en muchas zonas se vive bajo el temor cotidiano.

Se sabe que los ciudadanos hemos aprendido a sobrevivir. El atentado del viernes nos ubica ahora bajo un nuevo escenario que se suma al de la cotidianidad. Si un cártel ataca a la autoridad en las principales calles de la ciudad el reto no es sólo para ella es también para quienes la habitamos.

El Presidente, tan dado a concederle singulares lecturas a ciertos temas, reconoció que “tenemos miedo, pero no somos cobardes”. López Obrador entiende quizá, como nunca antes en su administración, el reto del atentado.

Lo que va quedando cada vez más claro es que no tiene sentido desconocer la presencia de los cárteles en la ciudad. Durante algún tiempo se trató de negar, pero está a la vista que desde hace tiempo se mueven a su antojo en la capital, a lo que se suma la violenta evidencia del CJNG.

La ciudad fue golpeada con el atentado. No perdamos de vista que también ha sido intimidada. El mensaje es claro, hay un reto contra el Gobierno el cual debe hacerle ver y entender que su estrategia no está dando resultado por más que no lo quiera reconocer de manera autocrítica.

El atentado muestra la relevancia que tiene que la sociedad esté cohesionada y que no viva en medio de la polarización.

Es momento de urgentes convocatorias entre nosotros, las necesitamos hasta para sobrevivir.

RESQUICIOS.

Con incertidumbre, informaciones contradictorias, presiones económicas y un crecimiento de casos y dolorosos fallecimientos por coronavirus, desde hoy vamos al semáforo naranja; no va ya a ser que en poco tiempo regresemos al rojo.