No está a discusión la importancia que ha venido adquiriendo y tiene Emilio Lozoya. Está claro que hay que tomar todo tipo de precauciones y buscar la manera de exponerlo lo menos posible. Todo lo que se especule sobre lo que puede pasar de alguna u otra manera cabe.
Por lo que sabe, por la importancia de las personas que están involucradas, porque está desesperado, porque quiere a como dé lugar lanzar culpas por esconder las propias y salvar su pellejo y el de su familia, porque el Gobierno ha encontrado una pieza toral para enfrentar la corrupción, por la expectativa que se ha creado a la cual hay que responder no sólo en el inevitable terreno del morbo, sino por encima de todo lo que a partir de este caso se puede construir como sociedad; entre muchas razones, es evidente que hay que manejar con enorme cuidado en todos sentidos todo lo que tiene que ver con el hombre de la videoteca.
Sin embargo, hasta ahora todo lo referente a su llegada ha sido caótico y confuso. Lo que se haga ahora puede traer consecuencias serias en el desarrollo del proceso, tanto en relación a Lozoya como entre quienes se presume son actores centrales de su ya afamada videoteca.
Estamos cargados de casos en que la falta de atención y profesionalismo provoquen desenlaces lamentables. Por más voluntad que se pudiera tener, muchos responsables de delitos han quedado en libertad, debido a un lamentable desaseo a lo largo del proceso, el cual empieza en el mismo momento en que se abre la carpeta.
Existen muchas interpretaciones respecto a la figura jurídica a la cual han apelado la Fiscalía y los abogados de Lozoya, el llamado “criterio de oportunidad”. El viernes nos decía Fabiola Navarro, académica de jurídicas de la UNAM, que esta figura tiene muchos vericuetos lo que podría llevar a un sinfín de interpretaciones, las cuales pueden afectar este caso en el cual se juega mucho no sólo el Gobierno sino también la sociedad.
Lo que la Fiscalía tiene que cuidar escrupulosamente, cerca de la obsesión, es el desarrollo del proceso, empezando por lo que está haciendo desde ahora. La demanda de transparencia no solamente tiene que ver con la falta de respeto a los medios, a los que se tuvo esperando la llegada de Lozoya por lo menos durante cuatro horas en las afueras del aeropuerto.
Todo terminó por ser un caos y una enorme pérdida de tiempo, porque al final auténticamente nadie sabía nada. Todo indica que colocaron a una persona en una camioneta como si fuera Lozoya, buscando distraer la atención para llevarse por la puerta de atrás al de los videos.
La confusión creció porque las autoridades españolas han dejado en claro que no tienen registro de ningún síntoma de alguna enfermedad de Lozoya. Bajo esta premisa no se entiende el hecho de que hayan llevado a cabo una puesta en escena para esconderlo y meterlo en un hospital privado.
Todos se hicieron bolas incluyendo al Presidente y al secretario de Seguridad. Cuando salió el tema en la mañanera del viernes hubo momentos en que parecía que nadie sabía nada. No se trata de meterse en las estrategias de una Fiscalía que se pretende sea autónoma, aunque a veces no lo parezca, más bien lo que está de por medio es la información que debiera tener un Presidente que ha dicho “que sabe todo lo que pasa”, y un funcionario que se encarga ni más ni menos que de la seguridad del país.
No se vayan estar cometiendo pifias de forma y fondo que pudieran poner en entredicho el proceso. Efectivamente se juega mucho en este caso, pero también quisiéramos presumir que tienen algo más que los videos para atacar uno de los pasajes más oprobiosos de la historia reciente del país.
Ha costado mucho trabajo llegar como para regarla a las primeras de cambio.
RESQUICIOS
Quienes han estudiado en el extranjero, presumimos que en la gran mayoría de los casos, regresaron con el objetivo de reintegrarse y ser parte de procesos de transformación en el país, algunos integrantes del gabinete son prueba de ello.