¿Cómo se escribe una columna en memoria de enfermeras y médicos caídos? ¿De paramédicos, policías, taxistas, comerciantes, oficinistas y trabajadores de la limpieza que siguieron laborando, se infectaron y fallecieron? ¿Les hubiera gustado que lancemos un grito de protesta o uno de unidad nacional?
Supongo que ellos querrían que las verdaderas causas de su partida sean nombradas, que no aprobarían que su tragedia sirva de pretexto para hacer politiquería, pero que considerarían cobarde no denunciar los errores cometidos.
Entonces, en primer lugar, hablemos de las causas de su partida. La mitad de los fallecidos tenía comorbilidades asociadas a la mala dieta. México es el país que sufre de mayor mortalidad en adultos jóvenes por Covid-19. Los trabajadores de la salud han luchado contra la epidemia de obesidad y diabetes y contra el SARS-CoV-2 unidos. La batalla ha sido titánica. Repitámoslo las veces que sea necesario. No por atacar al Gobierno dejemos de honrar a nuestros héroes.
En segundo lugar, decíamos, no a la politiquería. No puedo unirme a los que llaman “charlatán” a López-Gatell porque al fin y al cabo es un doctor en epidemiología por la reconocida Universidad Johns Hopkins. Me refiero a esas personas a las que cuando les parecen demasiado enredadas sus gráficas, lo acusan de farsante. Obviamente no incluyo a los matemáticos críticos que, por el contrario, ven muy deficientes sus estadísticas.
Y, en tercer lugar, señalar los errores. En nombre de las víctimas, sí me atrevo a llamar al subsecretario vanidoso, inflexible, cerrado a las recomendaciones de cada vez más científicos que han probado la enorme importancia de las mascarillas. Cerrado incluso a la evidencia que señala que los cubrebocas ayudan a la economía porque contribuyen a salir del confinamiento (lo dijo el secretario de Hacienda, lo regañó AMLO y, sin embargo, es cierto).
No ignoro que esa cerrazón absurda de López-Gatell no se basa sólo en un inmenso ego de piedra. Dice buscar que no se produzca un desabasto de mascarillas para los que más las necesitaban: los trabajadores de la salud. Pero ya es inconcebible, imperdonable que él y AMLO tampoco promuevan los cubrebocas de tela.
El 29 de marzo escribí para mí: “Prometo que si las medidas de sana distancia son un fracaso y los hospitales se desbordan, nunca olvidaré cómo las boicoteó López Obrador con sus giras y declaraciones”. Cuatro meses después, aún hay camas y ventiladores, aunque también dramáticos problemas de logística. Los que se han desbordado son los fallecimientos. Ecuador era hace semanas objeto de compasión mundial por las imágenes de muertos en Guayaquil y hoy México ha superado el número de decesos por millón de habitantes de ese país hermano.
El sacrificio del personal de salud ha sido tan grande que toca primero a él juzgar si el desempeño de las autoridades sanitarias y políticas ha sido excelente, aceptable, mediocre o pésimo. De lo que no hay duda es que la gesta de nuestras enfermeras y médicos es ya histórica, entrañable y conmovedora.