En los siguientes días tendremos las convenciones de los partidos para nominar oficialmente a sus candidatos a la presidencia: Donald Trump, por el Partido Republicano, y Joe Biden, por el Partido Demócrata. Estos eventos, usualmente masivos y llenos del clásico estilo de espectáculo televisivo de la política estadounidense, serán muy distintos en esta ocasión a causa de las restricciones que obliga la pandemia. Con todo, tendremos el banderazo de salida de las elecciones de noviembre y contaremos con discursos, mítines, ataques y arengas para dar y regalar.
En las encuestas más favorables a Trump, Biden mantiene una ventaja de, al menos, unos cuantos puntos porcentuales, lo cual tiene fuera de sus cabales al presidente. Sin embargo, en el 2016 vivimos un escenario similar y los resultados dieron una sorpresa dando como ganador al actual presidente. Las estadísticas fallan.
Los expertos analistas también le dan la victoria a Biden al considerar que los dados del destino le han jugado en contra a Trump. Cuando parecía que llegaría a la recta final sobre la ola de una economía en crecimiento, la pandemia, y su pésimo manejo de la misma, se encargaron de crear lo que podría ser una crisis fuerte que lo ponga en riesgo de perder. Históricamente, los presidentes que llegan a la carrera por la reelección con una buena economía, ganan; los que no, no.
Trump no está en un buen lugar en este momento, así que ha pasado a la acción iniciando una campaña de desinformación en torno a un posible fraude electoral. En un escenario en el que la pandemia mata a mil estadounidenses al día, distando mucho de estar bajo control, el voto por correo es una opción atractiva para millones de personas. Sin embargo, Trump ha atacado esta modalidad de voto al decir que daría pie a un fraude electoral. Del mismo modo, se ha negado a darle dinero al Servicio Postal, que urgentemente lo necesita, y ha puesto a sus esbirros dentro de la dependencia a advertir, a priori, que los votos emitidos por este medio “podrían no llegar a tiempo” para ser contabilizados.
Trump siempre ha sido un mal ganador y un pésimo perdedor. Ya sea que esta estrategia sea para justificar su derrota y negar un fracaso previsible, o para evitar que un número considerable de votos a favor de Biden no sean contabilizados y ganar la elección, estas acciones pintan de cuerpo entero a un personaje sin escrúpulos que hará hasta lo imposible por mantenerse en el poder.
Sea lo que sea, estamos por presenciar unas elecciones históricas e importantes. La pandemia hace imposible de predecir un escenario que de por sí cuenta con múltiples variables e incógnitas. Sin embargo, una cosa es segura: veremos una elección sucia y llena del estilo falsario de Trump.