La ruta de la delincuencia

DESDE LAS CLOACAS

El Duende
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Imagínese la siguiente escena: tres ciclistas se dirigen a un congreso sobre movilidad en Oaxaca; sobre la México-Puebla se detienen a comer y a tomar un descanso bajo un árbol a la orilla de la carretera.

De pronto, un comando armado los intercepta; están apenas a unos metros de la caseta de San Martín Texmelucan. Ese comando les ordena que se alejen de la carretera y se internen en una milpa.

Los interrogan, les cuestionan qué están haciendo en esa zona, para qué y cuánto tiempo van a permanecer ahí. Los cicloviajeros en cuestión explican sus motivos con las manos sobre la cabeza, con las armas respirándoles en las nucas y adentrándose a los sembradíos.

Alcanzan a contabilizar a tres personas, son las que ven, a las que escuchan y a las que tienen cerca, porque dentro de una camioneta se encuentran más hombres; lo que alcanzan a percibir es que ninguno tiene más de 30 años, son unos jóvenes.

Por la cabeza de los tres amigos pasa lo peor, entre sus pensamientos pasa la historia de Krzysztof Chmielewski, de origen polaco, y Holger Franz, de origen alemán, dos cicloviajeros que en 2018 fueron asesinados en Chiapas.

Ya en las milpas les ordenan tirarse al suelo boca abajo y no moverse, les advierten que cualquier movimiento en falso será motivo de un disparo. Ellos sudan frío. Escuchan ruidos, pasos, movimientos de la camioneta y también se dan cuenta de que mientras uno los custodia los otros suben sus pertenencias a la camioneta.

Uno de los pensamientos que cruzan por su cabeza también es el de lo irónico de la situación; se encuentran a sólo unos pasos de la carretera federal, a unos pasos nada más, y a unos cientos de metros de la caseta donde hay presencia de autoridades. Pero nadie se da cuenta de lo que está ocurriendo.

Aprietan los ojos, pues sienten que viene lo peor. Siguen esperando; el tiempo es relativo. Tras varios minutos y ya sin escuchar ningún ruido alrededor, uno de ellos levanta la cabeza y anima a los otros dos a hacer lo mismo, ya no hay nadie, se han ido todos y los han dejado sin nada.

Sin pensar que han sobrevivido, corren a la caseta y piden ayuda. A regañadientes, un oficial les presta un teléfono para hacer una llamada. También se encuentran con un convoy de la Guardia Nacional y le relatan los hechos, pero es inútil, nadie les brinda ayuda.

Gracias a 500 pesos que tenían guardados entre sus ropas, los cicloviajeros pudieron regresar a la CDMX. Esto sucedió la semana pasada, en el kilómetro 97 de la México-Puebla.

Estos tres hombres fueron víctimas de la delincuencia en una zona donde los huachicoleros están migrando a otras actividades ilícitas, como el robo a transportistas, a quienes desvían a caminos paralelos a las carreteras o también a cicloviajeros, a quienes secuestran y roban sus pertenencias.

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