Arte y ciencia del cubrebocas

ANTROPOCENO

Bernardo Bolaños
Bernardo Bolaños larazondemexico

México es potencia mundial en el arte de los cubrebocas. Existen a la venta cientos de tipos fabricados por manos indígenas y no indígenas. Tanto los textiles como sus bordados dan para admirarlos y contemplarse narcicísticamente en el espejo con ellos. Pensar en el pueblo donde se confeccionaron, apreciar las figuras bordadas o las grecas jaspeadas, combinarlos con la ropa (colores audaces de Zinacantán o blanco de Aguascalientes).

Eso por lo que toca al arte de las mascarillas. Hablemos ahora de la ciencia. Recientemente acudí a un webinar al respecto de la Universidad Estatal de Colorado e interactué por escrito con el profesor John Volckens.

¿Cuáles son las mascarillas más seguras? Desde luego las N95 nuevas y bien ajustadas. Pero al cabo de un tiempo, se descargan de electricidad y deja de funcionar su trampa electrostática contra aerosoles (por cierto, la agencia de protección sanitaria de Estados Unidos ya reconoce que la más importante vía de transmisión de Covid-19 no son las superficies contaminadas ni las gotas, sino los aerosoles o partículas finas). La buena noticia es que, contra lo que repite López-Gatell, los expertos han probado en laboratorio que también hay excelentes cubrebocas no desechables, fabricados con textiles apretados de hilos finos y velludos, que compiten con las N95. El laboratorio de Volckens ha seleccionado, por el momento, al batik y la franela como telas recomendadas por sus características microscópicas. Nosotros no debemos descartar nuestras fibras y tejidos, tanto industriales como artesanales.

Además, aprendí que los mejores cubrebocas no son los importados que tienen filtros removibles, sino los que incluyen un filtro sólidamente cosido, como muchos artesanales mexicanos. La razón es que al inhalar aire, éste obedece la ley de la menor resistencia y las partículas se cuelan por los bordes de los filtros removibles, en vez de atravesarlos. No así cuando el filtro forma parte fija de la mascarilla.

Otro tema importante es la facilidad para respirar, aspecto que debe equilibrarse con la capacidad de filtrado. Los cubrebocas que mejor filtran también demandan una respiración más esforzada. La mayoría de los cubrebocas de algodón son muy cómodos y pueden usarse y presumirse en la calle durante horas o mientras se hace ejercicio intenso y se necesita sobreventilar. Y el usuario debe tener a la mano un segundo cubrebocas más seguro (aunque más incómodo) para las circunstancias de mayor riesgo (lugares cerrados y con mucha gente).

Algo que es vital en todos los cubrebocas es que tengan un metal flexible para ajustarlo al puente de la nariz. Si el aire entra y sale por ahí (empañándose los anteojos, por ejemplo), quiere decir que no está filtrando bien. Uno debe agregar, por ejemplo, un alambrito de los que sirven para cerrar las bolsas de pan de caja. No es complicado. Pero Fonart debería asesorar a los artesanos para que ellos lo incluyan.

El tema es interesante y, sobre todo, vital. Ojalá que a López-Gatell le llegue a entusiasmar, igual que lo hacen las corbatas de seda.

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