Pocos acontecimientos nos han hecho valorar la ciencia como el coronavirus.
Los científicos y especialistas se pusieron de moda. De la noche a la mañana nos dimos cuenta que país que apoya a la ciencia alcanza los mejores niveles de vida y justicia.
En medio del coronavirus, los ciudadanos hemos entendido el valor de la ciencia. Nos ha quedado claro que en lo que hagan los científicos y especialistas está y estará el mecanismo y solución para enfrentar una situación inédita, la cual sólo será superada a través de la investigación y el conocimiento.
Muchos científicos ironizan con lo que está pasando. Aseguran que se han puesto de moda, pero que en cualquier momento pasarán a segundo plano ya que no ven signos de que el Gobierno vaya a cambiar su forma de ver y pensar el sentido y trascendencia que tiene la producción del conocimiento científico.
Uno de los instrumentos en que se sustenta el apoyo a la ciencia y tecnología son los fideicomisos, los cuales tienen claras reglas, controles, rendición de cuentas y en algunos casos su patrimonio autogenerado.
Existe en el Congreso un proyecto para extinguir 109 fideicomisos, los cuales son gestionados en 26 centros públicos de investigación. Se asegura que se quiere “desaparecer gastos innecesarios, eliminar la opacidad en su administración y generar ahorros para que se asignen eficazmente los recursos públicos”.
Pablo Mijangos y González presentó un ensayo en Letras Libres atendible: “Por su propia naturaleza las labores de investigación científica se llevan a cabo bajo la premisa de su continuidad en el mediano y largo plazo. Las investigaciones sobre las proteínas de un virus que afecta a los murciélagos, el desarrollo de herramientas digitales para el cálculo de riesgos para el cambio climático, o la elaboración de un compendio histórico de la evolución territorial de los municipios mexicanos, son tareas de una enorme complejidad intelectual que requieren personal altamente calificado y de muchos años de trabajo”.
“Los centros públicos de investigación cuentan con fideicomisos precisamente para garantizar la continuidad de esas labores de investigación y docencia: son un ‘colchón’ que complementa los recursos del presupuesto anual y que, con frecuencia, también sirve para financiar a las instituciones cuando la entrega de recursos fiscales se demora”.
La conclusión es tajante: “me queda claro que están siguiendo una directriz presidencial y que prefieren asegurar su futuro político”.
No se soslaya lo apremiante de la situación económica y las dificultades que se vienen, lo cual se está enfrentando bajo una ortodoxia de ahorro económico que empieza a ser cuestionable.
Una de las preguntas obligadas es sobre la estrategia para revertir el orden de las cosas. Hay que tomar severas medidas económicas buscando a como dé lugar una nueva distribución del ingreso.
La cuestión es bajo qué bases se va a hacer. Cuáles son los instrumentos que se van a utilizar para enfrentar la larga pandemia y, sobre todo, cómo le vamos a hacer para desarrollar estrategias que permitan equilibrios internos no sólo en el ámbito económico, sino también en los terrenos de salud, educación y muy marcadamente en el medio ambiente y la modernidad del país.
No tiene sentido que los científicos sólo estén de moda. La sociedad los ha ubicado como parte estratégica del arte, ciencia, cultura y deporte. Es lo que también nos da una identidad colectiva, un presente y un futuro en todos los ámbitos.
Quizá tenga razón Pablo Mijangos en aquello de la “directriz presidencial” y en aquello de “asegurar su futuro político”.
RESQUICIOS.
Son muchas las razones por las que las manifestaciones de mujeres en la capital adquieren un efecto expansivo. La del lunes iba más allá del aborto, a diferencia de lo que dijo la Jefa de Gobierno en el sentido que desde hace 13 años está legalizado. Lo que está de por medio es la causa de las mujeres, así fue y así seguirá siendo.