Como fuere Frena se ha ido colocando en el imaginario colectivo.
Es una organización que sólo se explica por su confusa posición contra el Presidente, sin este argumento no existiría.
López Obrador se ha encargado de darles algo de vuelo, lo cual les ha permitido un fin de semana de atención. No se puede soslayar la cantidad de personas que asistió al Zócalo y que llevan ya varios días acampando en el Centro, por más que corra entre el Presidente y sus furibundos seguidores el sarcasmo sobre el plantón a lo que se suma, para variar, la guerra de cifras de personas que acudieron a la manifestación.
El Presidente no debe menospreciar el movimiento, porque él y su gobierno son el centro de la protesta y la inconformidad y porque se puede convertir en algo muy apetitoso a la creciente crítica y oposición que ha ido creciendo en su contra.
No se aprecian evidencias de quién esté detrás de Frena, aunque no se descarta que grupos empresariales del norte del país pudieran estar apoyando a la organización, lo que no tiene sentido es suponer que no haya alguien detrás.
Es una manifestación abierta contra el Presidente cargada de interpretaciones, posiciones, imprecisiones y percepciones profundamente conservadoras sobre López Obrador y lo que suponen está significando.
Lo que tampoco se puede obviar es que en función de la ideología y por lo que se ha ido viendo y saliendo, existe un cuestionable convencimiento de que el país “va de mal en peor”, “nos está llevando al comunismo” y “nos están llevando a un régimen como el de Venezuela”, entre muchas otras consignas; todo ello va de la mano de un religiosismo con dosis de fanatismo.
No es casual la reacción del Presidente. Está colocando frente a él a la derecha más recalcitrante que tiene el país con el objetivo de tener un adversario plenamente identificado. Dentro de sus muchas referencias sobre los conservadores y reaccionarios sucede que no queda claro exactamente quiénes son.
Sin embargo, el Presidente no puede moverse en los terrenos del menosprecio, porque puede provocar confrontaciones de consecuencias inéditas, está visto que sus furibundos seguidores van a defender la plaza a como dé lugar; este fin de semana aparecieron signos de ello.
Estamos ante un escenario que se mueve con cierta lógica. Mientras que la oposición institucional no tiene ni pies ni cabeza, surge un grupo de ciudadanos que tienen como objetivo al Presidente, no pasa por ellos la más mínima intención de una gobernabilidad diferente, porque su objetivo único es sacar a López Obrador de Palacio Nacional.
La propuesta no tiene lógica por más que se hayan puesto una fecha límite para ello. Bajo el sarcasmo que utiliza el Presidente, les mandó un mensaje en el sentido que dejaría la Presidencia y se iría a “La Chingada”, nombre de su rancho si logran convocar a 100 mil personas en su contra y lo que de seguro no van a conseguir, que esté abajo en las encuestas.
Sin embargo, por más que lo diga el Presidente ni lo uno ni lo otro será posible. Hay un mandato constitucional claramente definido a lo que se suma una más de las singulares ideas del Presidente, la revocación de mandato, la cual, por cierto, todo indica que se pueden juntar con la confusa consulta sobre el enjuiciamiento a los expresidentes.
En el camino se han ido sumando singulares aliados a Frena. Más de uno ha encontrado hasta la oportunidad de hasta cierto punto reinventarse, al tiempo que le sirve para canalizar sus enojos.
No se sabe en qué puede acabar todo esto. Lo que ya queda claro es que el movimiento está entrando en los terrenos que más le gustan al Presidente.
Entre Chihuahua, las presas, el juicio a los expresidentes, las broncas de Morena y hasta Martín Moreno, entre otros muchos temas, las mañaneras seguirán en jauja.
RESQUICIOS.
No parece que el “estate quieto” que mandó el Presidente a Morena haya tenido repercusiones. Más bien el fin de semana se dieron con todo, el objetivo fue Porfirio Muñoz Ledo.