Pasado es destino y las raíces de Morena avalan esta conseja popular. El espectáculo es tal que hasta su líder moral tomó distancia. La 4T no es Morena —tengan para que aprendan—, la transformación a veces despega desde los partidos, en otras, nace de la voluntad popular. Y el caso nuestro es ése.
Poco partido para tanta transformación podría decir el mandatario. El caso del empate entre Porfirio Muñoz Ledo (ganador por 6 décimas) y Mario Delgado, provocó una guerra sin rubor.
Un grupo de presuntas feministas, con sospechosa oportunidad, descubrió que el experimentado político que ha sido de todo, también es acosador sexual y por esa razón, no piense otra, decidieron clausurar la sede de Morena e impedir que Muñoz Ledo tomara posesión de su presidencia legítima.
Bancadas de diputados locales y federales de Morena se dividen. Cartas y declaratorias se cruzan, unos piden a Mario Delgado aceptar su derrota, ser institucional y hacerse a un lado. Otros, llamando a Muñoz Ledo a no forzar hechos ni consumar nada que no cuente con el aval de la autoridad electoral. Delgado lo acusa de golpista. El otro de transa. Ropa sucia aireada en público.
El escudo feminista en la calle de Chihuahua 216 impidió el arribo de Muñoz Ledo, pero no lo silenció. Reiteró sus acusaciones respecto a la millonaria campaña de Mario Delgado, al riesgo que para el Presidente López Obrador significa si el alfil de Marcelo Ebrard toma las riendas del partido. Lo van a debilitar, advierte Porfirio. Lo mismo Delgado. Le digo.
Mario Delgado Carrillo a su favor esgrime la vejez de Muñoz Ledo, argumenta que para dirigir el partido hay que andar del tingo al tango y no refunfuñando por todo sentado pasivamente. Y claro, se cuelga de la imagen de AMLO, fotos con él, lealtad con él, comunión con él.
Detrás de la lucha por Morena está otra gran lucha por el gran poder. Vulgares o refinadas, las ambiciones por el cargo, presupuesto y estructura para incidir en la sucesión presidencial están más presentes que nunca en la breve y sectaria vida de un movimiento que, avisa el Presidente López Obrador, no hace la 4T.
Curar el presente con el pasado. El sábado, el Gobierno de la CDMX retiró las estatuas de Cristóbal Colón y las de los frailes Pedro de Gante, Bartolomé de las Casas, Juan Pérez de Marchena y Diego de Deza, instaladas ahí desde 1877 para restaurarlas, protegerlas de amenazas y, de paso, darnos a los chilangos la oportunidad para reflexionar la pertinencia de este monumento histórico, no ideológico.
En el mundo, los nacionalismos fundamentalistas encuentran oportunidades para reescribir sus historias, para instaurar —pretenden— nuevas verdades absolutas. Colón, guste o no, fue protagonista de una primera globalización.
Los valores presentes no viven o mueren a partir del bronce y mármol. Tampoco en la nomenclatura de calles, colegios o avenidas. Ahora a consumir memoria, historia y pasado. Presente y futuro importan menos.