Para aliviar el doloroso presente la cura oficial pasa por recetarnos altas dosis de pasado. Una emancipadora revisión histórica nos proporcionará protección contra responsabilidades actuales al decretar que nuestros males son sólo injustas herencias.
Gloriosos ayeres sometidos por rapaces intereses contrarios a nuestra muy noble esencia ¿indígena de aquí o de acullá, mestiza, criolla o post independentista?, inspiran novedosos calendarios cívicos. Si 2020 es calvario, 2021 será un jolgorio. Recordaremos cómo hace 700 años se fundó México-Tenochtitlan. Omitamos detalles y regiones distantes al centralismo oficial.
Pasaremos —metafóricamente hablando— por los 500 años desde la conquista colonial de los reinos de Castilla y Aragón que, como simientes de la corona española, están a tiempo de ofrecer disculpas a los pueblos originarios. Eso sin olvidar agravios eclesiásticos de la jerarquía católica global por su sangrienta complicidad evangelizadora. También debe disculparse.
Adicionalmente, acaba de recordar AMLO al Papa Francisco, bien vendría reivindicar la memoria de un par de héroes nacionales que, siendo emisarios de esa institución, corrompieron su fe y obediencia por una justa vocación social que hoy debería ser aplaudida.
En fin, la redacción de toda historia se hace con trazos bien gruesos para que alcance popularidad. Los finos son para especialistas que no edifican relatos épicos, sino registros puntuales y objetivos. No es el caso.
Ahora lo que ocupa es reflexionar sobre la pertinencia de fechas y afanes cívicos, monumentos y nomenclaturas urbanas. Que el nuevo régimen deje impronta, haga escuela. Y cuadros.
El objetivo es vacunarnos contra culpas. La corrupción menuda y cotidiana es ¿fue? reflejo involuntario, inevitable de cuando en las cúpulas había corrupción. La paternidad de fracasos administrativos recientes no son más que herencias neoliberales.
Consecuencias de sistemas de salud abandonados que funcionaban, pero dirían los clásicos neoliberales, estaban prendidos con alfileres. Y se los quitaron —cita a los mismos clásicos neoliberales—.
Y si en 2010 ocurrió el Bicentenario de nuestra Independencia, en 2021 será igual, pero de su consumación. No entremos en qué es ¿era? habitual conmemorar, el inicio de la gesta o su final; lo que importa es que toca y hace volumen, junto con la fundación lunar de algo semejante al principio de todo y con los 500 años de la conquista, bien que mal, otro inicio integral.
700, 500, 200 años de tantas cosas que servirán para aliviar padecimientos actuales tan catastróficos como globales. El presente se cura con el pasado. Así la gestión gubernamental trasciende e instaura un nuevo casi todo.
Indicadores de desarrollo deberán medir felicidad. Reglas de operación para administrar el erario se reducen a la palabra y la fe en los honestos y así, un día las elecciones serán encuestas. Lo mismo, pero más barato.
Menos ciencia y más historia, ésa es la otra vacuna. Las que urgen vendrán pronto. Mientras tanto, a cuidarnos del SARS-CoV2 y del AH1N1, que son los virus que nos quiebran sin pedir permiso, ofrecer disculpas o tener estatuas, calles o glorietas con las cuales desquitarnos.