Elecciones sin resultados

EL ESPEJO

Leonardo Núñez González Foto: larazondemexico

Llegar al final de un día de elecciones sin resultados claros sobre qué opción ganó suele abrir una ventana de incertidumbre muy preocupante en aquellos sistemas políticos cuyos cimientos democráticos no son los más sólidos.

Los resultados electorales el día de la elección suelen presentarse mediante dos estrategias diferenciadas: un seguimiento que presenta de manera preliminar los votos tal como van siendo recabados y, en algunos casos, con modelos estadísticos que, a través del diseño de una muestra representativa, permiten calcular de manera bastante certera los resultados finales.

Al seguir el primer procedimiento, los resultados pueden ser engañosos, pues las diferentes dinámicas electorales y territoriales de un país pueden hacer que los votos que se cuentan con mayor rapidez inunden al sistema con una tendencia sesgada. Ésta es una de las mayores preocupaciones, por ejemplo, sobre las próximas elecciones en Estados Unidos, pues se espera que, dada la pandemia por el coronavirus, un porcentaje importante de los votos demócratas se emitan a través del servicio postal. Como estos votos se cuentan mediante procedimientos más complicados y tardados, es posible que los resultados iniciales muestren una gran cantidad de votos republicanos que, a lo largo de las horas, o incluso de los días, vayan siendo contrarrestados por los votos demócratas que van agregándose gradualmente, lo que puede terminar en una “voltereta”, conocida en Estados Unidos como el blue shift. Si sólo se cuenta con este procedimiento, los conflictos poselectorales pueden ser mayúsculos, pues algún candidato puede declararse anticipadamente como vencedor y poner de cabeza al sistema político.

Igualmente, la presentación de estos resultados “en tiempo real” puede verse interrumpida cuando existen injerencias indebidas que buscan alterar los resultados. El fraude de 1988 en México, con la “caída del sistema” fraguada por Manuel Bartlett, es una estrategia clásica. En las últimas elecciones de Bolivia en 2019, por ejemplo, el conteo se detuvo al llegar a las 19:40 horas, con 83.8 por ciento del total de votos y cuando el presidente Evo Morales aventajaba por 7.1 por ciento a su competidor (cifra insuficiente para ganar en la primera vuelta, que requiere una victoria de más de 10 puntos). Veinticuatro horas después, se “actualizaron” los conteos con un triunfo para Morales por 10.5 por ciento. Éste fue el inicio del conflicto electoral que terminó con el presidente renunciando, pues todo indica que se fraguó un fraude electoral.

Casi un año después de esas elecciones y la crisis política posterior, Bolivia vuelve a elegir presidente. En teoría, la autoridad electoral pondría en marcha un sistema de Difusión de Resultados Preliminares (muy similar a nuestro PREP) para estimar los porcentajes de votación que obtendría cada candidato. Sin embargo, un día antes de las elecciones, el Tribunal Electoral de Bolivia suspendió este procedimiento, por lo que las elecciones de ayer, en las que se perfila la victoria del candidato del partido de Evo Morales, Luis Arce, no tendrán resultados definitivos todavía. La división social y política es muy profunda en Bolivia, por lo que, una vez más, se abre la puerta a una tensión que seguirá incrementando, incluso si no hay ganador definitivo y la elección tiene que resolverse en una segunda vuelta.

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