Tensión por el agua

JUSTA MEDIANÍA

David E. León Romero
David E. León Romero Foto: La Razón de México

En días pasados, el Gobierno de México llegó a un acuerdo con el gobierno de Estados Unidos para cumplir los compromisos derivados del Tratado de Aguas Internacionales de 1944. La situación estuvo plagada de intereses particulares que complicaron el cumplimiento del mismo. Intereses particulares sobre uno de los recursos fundamentales para la vida y productividad de las comunidades.

Protestas, agresiones, confrontaciones y daños a la infraestructura pública y privada fueron parte de los hallazgos que caracterizaron el proceso. Afortunadamente la política se impuso y se logró llegar a buen puerto.

El agua es un recurso sobre el cual la tensión crece con el paso del tiempo derivado de su escasez y su modelo de utilización. Sobreexplotación de los mantos, contaminación, saneamiento ineficiente y costoso, son algunos de los problemas que configuran la tensión del agua en nuestro país. Ya lo ha dicho de manera acertada la doctora Blanca Jiménez Cisneros, directora general de la Comisión Nacional del Agua, que en esta asignatura nos encontramos sobrediagnosticados. La disponibilidad de agua en nuestro país es altamente contrastante entre el sur y el norte. Con el paso de los años esta disponibilidad se ha visto disminuida y obliga a cada uno de nosotros a repensar el modelo de manejo y uso del agua.

La tensión registrada en días pasados es una pequeña muestra de la que se genera entre comunidades y familias en torno al agua. La tensión se incrementará en tanto no sea posible garantizar el abasto suficiente para todos. Los últimos levantamientos demuestran que 68 por ciento de los hogares de nuestro país cuenta con dotación diaria de agua, mientras el resto no cuenta con ella o la recibe esporádicamente. La mancha urbana crece, con ello la demanda se incrementa y ciertas comunidades se ven obligadas a migrar en búsqueda de garantizar su abasto.

Ante este escenario se vuelve fundamental una verdadera revolución en el uso y consumo de la misma. Debemos primero que nada medirla: gran número de inmuebles en nuestro país carecen de medidores que permitan conocer los niveles de consumo. Las tarifas deben modificarse, si bien deberá de pagar menos quien menos tiene, deberá pagar más quien más consume. Debemos apostar a la tecnología en la búsqueda de la reutilización y el reciclaje, fomentando utilizar el agua más de una vez para el mismo servicio.

Incrementar la inversión en la infraestructura buscando evitar pérdidas en la red de distribución y el control y aprovechamiento de la lluvia, que al no ser bien manejada, satura nuestros drenajes provocando inundaciones y se contamina al mezclarse en los mismos con las aguas negras.

Las semanas y días de tensión que se vivieron entre autoridades, distintos niveles de gobierno, grupos sociales y otros actores mientras se intentaba cumplir con el pago del acuerdo en cuestión, es sólo una pequeña muestra de la complejidad que existe y podría existir en torno a este recurso, en caso de no alcanzar una modificación importante en los modelos de manejo que nos permitan garantizar agua para todos.

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