El demagogo según Aristóteles

ANTROPOCENO

Bernardo Bolaños larazondemexico

En el capítulo 4 del libro IV de su Política, Aristóteles describe al demagogo. Lo hace a propósito de dos tipos de democracia: por un lado, aquélla donde la ley es soberana y existe suficiente igualdad (en particular la igualdad de oportunidades para acceder a cargos públicos). Por el otro, aquella democracia en la cual la mayoría tiene la autoridad, pero las leyes carecen de ella. En los estados democráticos del primer tipo, “que se gobiernan democráticamente, según la ley, no tiene lugar el demagogo, sino que los mejores ciudadanos ocupan la presidencia; pero donde las leyes no son soberanas, allí aparecen los demagogos”.

Un hombre ambicioso que le dice al pueblo sólo lo que quiere oír, que lo adula, eso es un demagogo. Aristóteles equipara la democracia acaudillada por el demagogo con una tiranía (es decir, una monarquía corrompida). “Pues bien, dicho pueblo, igual que si se tratara de un monarca, pretende reinar solo, sin regirse por la ley, y se hace despótico, de forma que los aduladores reciben la honra. Tal democracia equivale a la tiranía en el caso de las monarquías y, por eso, sus características son idénticas: ambas tratan despóticamente a los mejores, los decretos son como allí los edictos y el demagogo y el adulador son los mismos y se corresponden. Unos y otros adquieren mucho poder en ambos regímenes respectivamente, los aduladores entre los tiranos y los demagogos entre los pueblos de esa índole. Ellos son los responsables de que prevalezcan los decretos y no las leyes, llevándolo todo ante el pueblo, pues se engrandecen porque el pueblo controla todos los asuntos y ellos la opinión del pueblo, ya que el pueblo les obedece”.

Pero no nos equivoquemos. El juicio anterior no es una condena del gobierno de la multitud. Aristóteles pugnaba por una república democrática (Politeia). El maestro de Alejandro Magno expresa claro como el cristal, y varias veces, la ventaja que una democracia sana tiene sobre la aristocracia. Asegura que el pueblo mayoritario debe ser soberano, no una minoría de notables, porque ocurre que los muchos, cada uno de los cuales es en sí mismo una persona ordinaria, pueden, sin embargo, al reunirse, ser mejores que los notables. Es decir, Aristóteles cree que el gobierno de unos pocos que han sido favorecidos por la fortuna es inferior a una democracia correcta, en la que opera el intelecto social, que es una suma de los saberes individuales. “Juzga mejor muchas veces una multitud que un individuo cualquiera”.

Lo que denunció Aristóteles fue la forma corrupta de democracia donde florece el demagogo. Porque si la ley es avasallada y confundida con la voluntad simple de la mayoría, entonces no habría poderes deliberativo, ejecutivo y judicial. La república se convertiría en una gran asamblea expropiatoria de los ricos y de la clase media. Y la vida política se dirigiría peligrosamente hacia la tiranía o a la guerra civil.

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