El peor hombre que ha habido en el mundo

TEATRO DE SOMBRAS

Guillermo Hurtado
Guillermo Hurtado Foto: larazondemexico

En México recordamos la frase “yo, la peor del mundo” con la que Sor Juana Inés de la Cruz firmó un documento eclesiástico. Al referirse a sí misma de esa manera, Sor Juana evocaba la expresión de San Pablo en su primera epístola a Timoteo (1:15-17) que dice así: “Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el peor de todos”.

No era, por lo mismo, nada especial que Sor Juana hablase de sí misma de esa manera. Quienes han atribuido esta formulación al hecho de que fuera mujer o hubiera sufrido alguna persecución, olvidan la procedencia bíblica de esa expresión.

Aquí quiero recordar a otro personaje extraordinario del siglo XVII que también se describió a sí mismo como “el peor del mundo”. Se trata de Miguel de Mañara, un hombre que entregó su vida a la caridad. Mañara procedía de una de las familias más ricas de Sevilla. Siendo muy joven vio morir a su padre y a sus hermanos mayores y por ello quedó como heredero de una enorme fortuna. Se casó con una dama de alcurnia y se dedicó a la política y a los negocios. Todo marchaba bien hasta que murió su esposa. El golpe recibido decidió a Mañara a cambiar su vida. Ingresó a la Hermandad de la Santa Caridad, que se ocupaba de enterrar a los reos y asistir a los enfermos. Mañara pronto se convierte en el Hermano Mayor y vuelca toda su fortuna, su capacidad y sus influencias para impulsar las obras pías de la cofradía.

El pensamiento moral de Mañara está fundado en la reflexión sobre nuestra existencia efímera, o como diría Heidegger, varios siglos después, en el hecho de que el hombre es un ser para la muerte. En su Discurso sobre la verdad, Mañara dice así: “Recuerda hombre que polvo eres y en polvo te convertirás. Es la primera verdad que ha de reinar en vuestros corazones: polvo y ceniza, corrupción y gusanos, sepulcro y olvido”.

La Iglesia de la Caridad, construida bajo la dirección de Mañara, es una de las obras más importantes del barroco sevillano. Entre sus tesoros, destacan dos óleos impresionantes de Juan de Valdés Leal. En el primero se pinta el triunfo de la muerte sobre las glorias humanas y en el segundo, el destino de los cuerpos, incluso de los reyes y los papas, en el pudridero. La moraleja es que como la vida es breve, hay que dedicarla a la caridad y no a las vanidades.

Mañara ordenó que su lápida se colocara a la entrada del templo para que todos los visitantes pisaran su tumba. La placa dice así: “Aquí yacen los huesos y las cenizas del peor hombre que ha habido en el mundo”.

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