100 mil muertes

ENTRE COLEGAS

Horacio Vives Segl larazondemexico

Como todo mundo sabe, en días recientes y con cifras oficiales, se confirmó que México superó la barrera de las cien mil defunciones y del millón de contagios por la pandemia del Covid-19.

Desde principios de año era evidente que la propagación del virus castigaría a todos los rincones del planeta y que iba a ser irremediable la pérdida de muchos miles, millones inclusive, de vidas humanas. No iba a haber país que quedara exento. Gobiernos y organizaciones internacionales, así como universidades, laboratorios, compañías farmacéuticas y centros de investigación, tanto públicos como privados, se abocaron, desde los comienzos de la pandemia, a tratar de encontrar vacunas para controlarla y medicamentos eficaces para curar a los infectados. Los países a los que llegó la crisis con un tiempo de retraso respecto a lo que sabíamos que pasaba en China desde finales del año pasado, tenían una cierta ventaja para ajustarse y prepararse para el irremediable encuentro con el Covid-19.

Aquí es donde el Gobierno de México falló estrepitosamente desde el principio. Y no se ha repuesto. Por el contrario: considerando el tamaño de la población del país, es difícil encontrar un indicador, al día de hoy, en el que México no salga mal evaluado. No solamente es el número total de muertos o de contagios, o su proporción por cada cien mil habitantes. Lo más lastimoso: primer lugar mundial en pérdida de personal médico encargado de atender la pandemia.

Si bien es una obviedad que ningún gobierno del mundo ha logrado resolver el problema —dado que aún no hay vacunas y por todas partes vemos “picos” y “valles” de los casos de contagio y defunciones—, es evidente que en su contención sí que hay experiencias distintas que comparar y, casi en todas ellas (Estados Unidos y Brasil aparte), el Gobierno mexicano queda fatal.

No solamente no se preparó en sus inicios adecuadamente para recibir la pandemia, sino que empezó el año desmantelando (a lo bestia) una de las instituciones encargadas de atender a una gran parte de la población: el Seguro Popular. Luego vino, tal vez, lo más grave en términos de irresponsabilidad política: minimizar el impacto de la pandemia —la odiosa realidad, que pretende desviarnos de ese dudoso “paraíso” autodenominado “4T”— y reducirlo a un falso dilema entre salud pública y desempeño económico. Súmense a ello los constantes errores de cálculo y diagnóstico y los eufemismos en el discurso político.

Hay que señalar la irresponsabilidad personal de López Obrador, quien, junto con Bolsonaro y Trump, le declaró la guerra al cubrebocas. ¿Cómo pretender pedirle a la sociedad que respete las más elementales medidas de cuidado sanitario, si el principal referente y responsable político no sólo no lo hace, sino que además sistemáticamente las desdeña? ¿Por qué hemos visto a Merkel, Macron, Sánchez, Trudeau, Johnson, Xi, Fernández y hasta a Maduro usándolo consistentemente, mientras este trío de irresponsables sigue en su necedad, incluso después de que dos de ellos se contagiaron?

Las cifras oficiales (¿alguien cree que no hay subregistro?) de muertes y contagios no sólo enlutan a más de cien mil familias, sino a todo el país. Sería momento de rectificar el rumbo.

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