Pieza estratégica en la operación político-electoral del sexenio pasado, Rosario Robles fue abandonada por aquellos a quienes sirvió.
Acusada de ejercicio indebido de la función pública, de haber sido omisa frente a la Estafa Maestra, que desvió más de cinco mil millones de pesos a través de un complejo esquema de empresas fantasma y universidades públicas, Rosario Robles está tras las rejas desde hace 15 meses.
No huyó, enfrentó a la FGR porque jura no haberse beneficiado de sus encargos.
Por una línea política invisible, pero implacable, a Robles Berlanga la refundieron en Santa Martha Acatitla para quebrarla. Tenía derecho a enfrentar el proceso en libertad, pero la revancha de viejos enemigos la alcanzó.
Apenas en octubre la prisionera rechazó la oferta pública que el Fiscal Gertz Manero hizo; la diferencia con el trato VIP que Emilio Lozoya goza es que él canta y Rosario calla. Y dijo no, que no iba a declarar por consigna. Y aguantó.
Pero otro Emilio, Zebadúa, operador de confianza de la exsecretaria de Desarrollo Social y de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, también traicionó la confianza de su exjefa y corrió a acogerse al criterio de oportunidad para sepultarla.
Nuevas acusaciones en contra de la maestra; nueva orden de aprehensión por uso de recursos de procedencia ilícita y delincuencia organizada. Un calvario judicial y financiero tal, que Robles no puede afrontar sola y sin dinero. Su incapacidad para defenderse de delitos mayores la condenan, sin juicio, a una cadena mortal.
Y Rosario rompió su palabra, busca que la FGR la convierta en testigo. Dirá lo que sabe, caiga quien caiga. Si ella se declarará culpable de los cargos originales saldría de prisión muy pronto. A Zebadúa le cebará el numerito de la delación porque debe imperar la prelación jerárquica del que canta y aporta pruebas.
Presuntamente, desde Cambridge, Massachusetts, el excanciller y exsecretario de Hacienda rechazó todo. Lamentó que echarle culpas esté de moda para salvarse de la justicia. Con cinismo, Videgaray apela a la paridad de niveles entre él y Robles, omite que todos saben que con Peña Nieto él era un súper secretario, no era par de nadie, acaso de Osorio Chong. Ahí su refugio retórico.
Antes era la tortura, ahora con la indebida prisión preventiva y el criterio de oportunidad como puerta de salida, los adversarios caerán en bola. Del “no te preocupes Rosario” pasamos al “preocúpate Luis”.
Y mientras la pandemia nos azota a contracorriente del discurso oficial, cuando el Covid-19 amenaza con convertirse en la primera causa de muerte en el país durante este annus horribilis y la capacidad institucional vuelve a saturarse, el circo político se anima desde Palacio Nacional para distraer y volver a lo sustantivo, políticamente hablando.
Los de antes, todos, corruptos. Sin distingo de partido, género o blancura de cuello, el pasado se desnuda frente a nuestros ojos, delación tras delación la 4T pavimenta un nuevo asalto al poder.