Me refiero a tres acontecimientos relevantes de los últimos días en países latinoamericanos: el fallecimiento del expresidente uruguayo Tabaré Vázquez, las “elecciones” legislativas celebradas en Venezuela y la crisis política en Guatemala.
El político que terminó con el bipartidismo en Uruguay. Tras el retorno a la democracia después del colapso de la —afortunadamente breve— dictadura militar, los partidos Colorado y Blanco (o Nacional), que siempre habían dominado la política uruguaya desde su nacimiento como país independiente, retomaron protagonismo a partir de 1985. Tendrían que pasar 20 años más, y un par de descalabros en la búsqueda por la presidencia (1994 y 1999) para que el muy popular y eficiente intendente (jefe de gobierno) de Montevideo rompiera el bipartidismo y se convirtiera en el primer presidente de izquierda en esa nación. Curiosidades de la vida, sus biógrafos señalan que posiblemente la principal motivación que llevó antes a Tabaré a convertirse en un brillante oncólogo fue la enfermedad que causó la muerte de sus padres y que motivó también, décadas después, una de las insignias de su gobierno: un férreo antitabaquismo, que lo condujo a una pelea frontal en contra de la poderosa multinacional Phillip Morris y a que Uruguay fuera el primer país de América, y uno de los primeros en el mundo, en adoptar estrictas leyes antitabaco. Paradojas de la vida y de la muerte: fue justamente el cáncer de pulmón la causa del fallecimiento de uno de los presidentes cuyos logros son históricos en la política uruguaya y que más impronta han dejado en la política latinoamericana en lo que va del siglo XXI.
Nueva farsa electoral en Venezuela. Nada más distante de unas elecciones libres al esperpéntico ejercicio de simulación y engaño que ocurrió en Venezuela el domingo para apuntalar la tiranía de Nicolás Maduro. Es oprobiosa la coacción que el régimen impuso a ciudadanos y beneficiarios de programas sociales para que participaran en los amañados comicios para renovar al Poder Legislativo (la Asamblea Nacional). Ante esas condiciones, naturalmente, la legítima oposición venezolana no participó en los comicios y llamó a sus bases a abstenerse de legitimar con su participación semejante simulación democrática. Y, como era de esperarse, nuevamente la comunidad internacional quedó dividida: las democracias de Occidente y los organismos multilaterales de los que forman parte cuestionaron la convocatoria electoral y desconocieron los resultados; del otro lado, los tradicionales de Maduro festejaron la simulación electoral. El incómodo silencio de México y Argentina volvió a ser, en sí, una toma de postura.
Crisis política en Guatemala. A pasos agigantados, el gobierno de Alejandro Giammattei, que todavía no cumple un año, va perdiendo respaldo popular. El detonante del ciclo de protestas fue la presentación, ante el Congreso, de un proyecto de presupuesto para 2021 que se percibe como insuficiente en salud y educación. Las manifestaciones degeneraron en la quema de una parte del recinto legislativo y la consecuente represión policial. Para atizar el fuego, el propio vicepresidente, Guillermo Castillo, ha ofrecido a la opinión pública tanto su renuncia como la de Giammattei. Otro caso de libro de texto sobre cómo un “vice” latinoamericano tiene preparado el serrucho, esperando el momento óptimo para usarlo.