Luego de navegar nueve meses a la deriva, muertos de miedo y sin rumbo en el oleaje pandémico, por fin podemos gritar, ¡vacuna a la vista! Pero la travesía no termina. El desembarque a la inmunidad es un desafío sin precedente para Gobierno y sociedad. Los datos abruman.
Tardaremos cinco meses en vacunar al personal médico (entre 700 mil y un millón 200 mil personas) y a los mayores de 60. Los jóvenes entre 16 y 40, que representan el 38 por ciento de la población y son la mitad de la fuerza productiva, comenzarán a vacunarse en junio del próximo año. Alcanzar la meta de vacunar al 75 por ciento de los mexicanos (65 millones de personas) concluirá, si bien nos va, hasta marzo de 2022.
Falta por definirse demasiada logística. Un rompecabezas que se complica con ignorancia y miedo. Millones tienen miedo de vacunarse. Algunas vacunas demandan de dos dosis con 21 días de diferencia, cualquier reacción podría ahuyentar al paciente y dar al traste con el esfuerzo sanitario.
Urge claridad y contundencia en la información oficial. La vacunación no es ni será obligatoria, cada uno sabrá qué hacer, pero aquellos a los que les gane temor y superstición van a retrasar la inmunidad colectiva. Sí, hay vacuna a la vista, pero el trecho para relajarnos es largo, la recuperación económica depende de todo esto.
Alianzas vs. alianzas. La lucha por los votos es el combate propagandístico entre rudos y más rudos. Con absoluto pragmatismo, se juntan con enemigos de sus enemigos. Lo que le reste al de enfrente, le suma al de al lado.
Morena, el nuevo partidazo compuesto por expriistas, tránsfugas panistas, perredistas, evangélicos, elbistas, petistas, sindicalistas, sin dejar de lado a los verdes siempre fieles al poder en turno. No hay pureza en su linaje.
En la otra esquina, panistas, priistas, perredistas y lo que escurra se asocian con amnesia selectiva, con pena ajena, matrimonio de conveniencia para evitar su extinción. Argumentan que el tsunami moreno impone ser pragmáticos sin límites.
Los puros de hoy acusan a los impuros de ayer, ejercen el poder y eso les permite imponer la narrativa del presente, pero no les alcanza para borrar el pasado de sus conversos. Las aguas bautismales del trópico los habilita, les da fuero moral, pero el registro de sus ayeres perdura.
Una parte del relevo sexenal se juega el próximo año, si AMLO y Morena refrendan su mayoría y extienden su dominio estatal, el 2024 estará cantado.
Visto está que la pandemia no desgasta al Presidente, que la debacle económica de su sexenio se amortigua con programas sociales de entrega a domicilio, que su empatía con la mayoría es superior a la antipatía de la gran minoría; AMLO está sintonizado con la franja más amplia, no con la más influyente, pero en un país donde un voto vale lo mismo si viene del rico o del pobre, la fórmula está garantizada.