El colapso

ENTRE COLEGAS

Horacio Vives Segl
Horacio Vives Segl Foto: larazondemexico

Estamos a unos días de que termine el peor año en tiempos de paz que ha experimentado la humanidad desde el fin de la Segunda Guerra Mundial (sin demeritar que en rincones específicos del planeta se hayan padecido desafortunados ciclos violentos). Y, específicamente en cuanto a pandemias sanitarias se refiere, el comparativo nos lleva justo cien años atrás, con la influenza española.

No por ser obvio hay que dejar de señalarlo: tan cierto era que el Covid-19 iba a llegar a todos los rincones del planeta, como que la manera de enfrentarlo por los gobiernos tendría importantes grados de libertad en la toma de decisiones. No es gratuito que, en el arranque de las fiestas navideñas —aunque francamente no hay mucho que celebrar— la pandemia tome a México, y específicamente a su ciudad capital y zona metropolitana, en la peor situación que hasta ahora hayamos experimentado en prácticamente 10 meses de pandemia. El Covid-19 ya no es algo que le pasa a alguien “de oídas”: ya todos tenemos dolorosísimas experiencias personales o cercanas de sus funestas consecuencias. Se multiplican por todos lados las dramáticas experiencias de gente que lleva a sus enfermos a hospitales capitalinos donde no reciben la atención requerida. Como si no se hubiera generado información valiosa y experiencia internacional comparada, la ciudad está pagando ahora los costos de no haber tomado, muchas semanas atrás, las medidas necesarias y lógicas para evitar que hoy estemos rompiendo una nueva cima crítica. Con excepción del exitoso operativo para evitar en la Basílica las concentraciones de peregrinos guadalupanos, están a la vista los resultados y las consecuencias de la necedad de sostener con alfileres el “naranja al límite”. Ahí está también la exhibida que dio recientemente el New York Times.

Es interesante ver el recuento de los “hitos” informativos del responsable político de la comunicación, Hugo López-Gatell. Las evidencias saltan a la vista. Ahí está el cúmulo de errores de diagnóstico, falacias, mentiras y cinismos con tal de fabricar y tratar de sostener una narrativa con la que el Presidente y sus acólitos se deleitan todas las mañanas. No importaron —y siguen sin ser considerados— los reiterados llamados de la OMS a usar el cubrebocas, a hacer tempranamente pruebas y a evitar la apertura desordenada de la economía en picos de contagio, o el señalamiento de lo mal que lo está haciendo el país en el combate y control de la epidemia. Si bien está la esperanza de la llegada de las primeras vacunas a México, es una obviedad que en el futuro inmediato las cosas se pondrán peor, al menos en la capital del país.

Era tan evidente que el Covid-19 iba a golpear fuertemente a México como que mañana va a salir el sol. Lo que hubiéramos esperado, considerando el tiempo de ajuste que el país tuvo para irse preparando, y ya una vez con la crisis entre nosotros, era que las decisiones se tomaran con ejemplar responsabilidad política por parte del Gobierno. Nada más alejado de la realidad, que tercamente se ha encargado de evidenciar la irresponsabilidad y las falacias de los “líderes” de la nación y su discurso.

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