Biden, presidente

VOCES DE LEVANTE Y OCCIDENTE

Gabriel Morales Sod larazondemexico

El día de ayer Joe Biden se convirtió en presidente de Estados Unidos. Los días desde la elección no fueron fáciles para la nación vecina.

Sin embargo, a pesar de los intentos del expresidente Trump y de sus seguidores por revertir los resultados, las instituciones democráticas estadounidenses resistieron el embate, permitiendo una urgente transición de poder. El panorama no pinta fácil para Biden y su vicepresidenta Harris; aunada a la profunda polarización política, el país se enfrenta en estos momentos a una crisis económica y de salud sin precedentes. El presidente tendrá que unificar al país en paralelo a la operación de vacunación más grande de la historia y a una recesión que ha dejado sin trabajo a millones de estadounidenses.

Muchos dudan que Biden esté a la altura de las circunstancias; sin embargo, su desempeño desde la elección de noviembre es un buen indicio de lo que podría convertirse en una presidencia transformadora. Biden inició su campaña política a la sombra de Obama y con tropiezos importantes que, durante las primarias de Iowa, lo relegaron hasta el cuarto lugar de las preferencias electorales; sin embargo, los votantes le otorgaron su confianza, no necesariamente por su desempeño en la campaña o por su récord, sino más bien porque creyeron que podría vencer a Donald Trump y regresar al país a los tiempos de Obama.

El problema es que después de una presidencia caótica, por decir lo menos, y con el país en crisis, un regreso a la presidencia de Obama es insuficiente. El miedo de muchos analistas es que Biden, quien pertenece a la élite política de Washington y al ala moderada del Partido Demócrata, no tenga el valor o la fuerza política para avanzar reformas con efectos reales, poniendo así en peligro el control de los demócratas en ambas cámaras y asegurando una presidencia estática, con poderes divididos. La victoria de los dos senadores demócratas en Georgia hace un par de semanas, que le diera la mayoría a su partido en el Senado, le otorgó a Biden una nueva fuerza inesperada y, hasta el momento, parece que el presidente no dudará en usarla para avanzar un plan ambicioso.

Esta semana, Biden anunció su plan de reactivación económica. El contenido y la magnitud de éste sorprendieron incluso al ala más progresista del Partido Demócrata. A diferencia del paquete económico de Obama para salir de la recesión de 2009, y de los planes de rescate de Trump, el nuevo plan, que de aprobarse será el más grande de la historia, se enfoca en el rescate de la economía a través de los trabajadores estadounidenses. Si los planes anteriores ofrecían, además de algunos beneficios para la población, grandes rescates a la industria financiera y recortes de impuestos a grandes empresas, el plan de Biden se enfoca en proteger a una población devastada por la crisis: apoyos monetarios directos, aplazamiento de deuda para estudiantes, una moratoria para evitar desalojos de rentistas, un alza del salario mínimo nacional a 15 dólares la hora, y extensiones al seguro de desempleo, entre otras cosas. Un plan que bien pudo haber redactado su rival Bernie Sanders. Con este plan, Biden se distingue de inmediato de Obama y pone al gobierno del país al servicio de sus votantes. Para aprobar el plan, a pesar de controlar de las cámaras, el presidente tendrá que demostrar su habilidad como operador político. El resultado aún es incierto, pero éste es sin lugar a dudas un buen inicio.

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