El Presidente, enfermo en tiempos de la “posverdad”

ENTRE COLEGAS

Horacio Vives Segl
Horacio Vives Segl Foto: larazondemexico

La salud y las condiciones clínicas de un jefe de Estado son un tema del mayor interés público en cualquier país. El domingo, la opinión pública recibió un impacto telúrico al darse a conocer que el Presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, había dado positivo a Covid-19.

Tal anuncio, como era de esperarse, causó gran revuelo y da lugar a las más delirantes e irracionales teorías “sospechosistas” y conspiratorias. De inmediato trajo a la memoria cuando hace unos meses, Donald Trump igualmente anunció que había contraído el virus y su “uso electoral”. Al darse la noticia en un entorno político similar al mexicano, es decir, con elecciones en puerta, las reacciones se repartieron, comprensiblemente, entre el azoro y la desconfianza.

Pero el “sospechosismo” no resiste la lógica más básica: si en su momento las teorías conspiratorias “explicaban” que el contagio de Trump era en realidad una estrategia para causar lástima y empatía, y así mejorar su aprobación popular e intención de voto… pues ya vimos que no le alcanzó, con lo que esos “teóricos” se fueron de bruces. De forma análoga, se difunde ahora aquí la especie de que se trata de una estrategia para aumentar la popularidad presidencial… pero hay que tener en cuenta que, si bien es cierto que ha habido un pésimo manejo de la pandemia por parte del Gobierno federal, no es menos cierto que —sorprendentemente— ello en nada ha pasado factura a la aprobación presidencial en las encuestas. Entonces, ¿por qué López Obrador necesitaría inventar algo así para mejorar unos índices de aprobación que cualquier experto en opinión pública consideraría inmejorables? ¿Qué tanto podría realmente ganar? No importa: estamos en presencia de la irracionalidad propia del mundo de la llamada “posverdad”; un mundo que, ciertamente, el mismo AMLO en mucho ha colaborado a construir y al que es muy aficionado. Pero eso no cambia nada. A los responsables, como a los mentirosos, también les suceden cosas reales.

Por otra parte, ¿qué tiene hoy de extraordinario que un jefe de Estado se contagie de Covid-19? Absolutamente nada. No es el primero y no será el último. Claro, circula también el bulo de que se había vacunado en secreto, por lo que no podía haberse contagiado. Típico de la mentalidad conspiratoria: siempre hay una respuesta que se acomoda.

Mientras para otros, lo inmediato tras anunciarse el confinamiento presidencial debido al Covid fue echar un vistazo a los artículos 84 y 85 de la Constitución. Dado que en nuestro país no existe la vicepresidencia y que desde 1934 todos los presidentes han terminado su mandato, no hay una consciencia colectiva de qué pasaría en caso de una falta del Ejecutivo, sea de carácter absoluto o temporal, ni del extraordinario papel que el Congreso tendría que desempeñar para nombrar a un presidente sustituto. En todo caso, esperemos no llegar a eso. Lo deseable en las democracias es que el proceso de sucesión se realice conforme al calendario y los procedimientos ordinarios. En nada ayudaría al país una posible crisis política por una ausencia abrupta del Presidente. Así que no queda más que desearle, como a todos los otros miles de enfermos de Covid, una pronta y cabal recuperación.

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