Cuando aparecieron las vacunas anti-Covid, todo a su alrededor se politizó. Rédito electoral, ilusión colectiva para tapar horrores de estrategia, que fue de la burla a la superchería con remedios caseros de por medio, hasta llegar a una campaña de vacunación sin vacunas.
Montado en la propaganda ideológica, el Presidente López Obrador informó que esperaría su turno para vacunarse, como cualquiera. Como un igual a los demás, el mandatario habla, critica, acusa o aplaude sin reconocer que, muy a su pesar, él no es un ciudadano más; que su voz pesa como ninguna, igual que sus filias y fobias que repercuten por sobre las demás.
Su salud y seguridad física como jefe de Estado son palabras mayores. A López Obrador gusta, funciona y conviene esa simplista, pero efectiva empatía popular. El Covid que lo aqueja confirma que no somos iguales. AMLO debe contar con cuidados extraordinarios porque su permanencia en el Gobierno es fundamental para la estabilidad nacional. Su salud no le da para ir de valiente ni el país está para su ausencia.
La denodada atención de un equipo a su servicio no es la misma que tiene Juan Pueblo, ambulancia de guardia 24 horas por lo que se ofrezca, tampoco. Vacunarse antes serviría de ejemplo y estímulo colectivo; igual que usar cubrebocas, pero obstinado, como es, insiste en ser un igual, cuando no lo es.
Ser cabeza de Gobierno, del Estado y hasta de la transformación implica severos sacrificios, como hacer su pecho bodega y administrarla con pluralidad, tolerancia y legalidad; cuidarse y dejarse cuidar. No, señor Presidente, con todo respeto, no somos iguales.
A partir del Covid-19 presidencial, la 4T expone las consecuencias de una administración personalizada, centralizada, voluntarista, afecta a la improvisación y carente de rigores técnicos por su prejuicio neoliberal. Carente de capacidad ejecutiva. Para muestra, un botón.
La cúpula lopezobradorista ha sido incapaz de entender y obedecer los protocolos que supuestamente diseñan para su aplicación universal. Epidemiólogos oficiales explican que al tener contacto con alguna persona positiva a Covid, deben transcurrir cinco días antes de practicarse una prueba PCR.
Los contactos del Presidente López Obrador no hicieron caso. A la ministra Olga Sánchez Cordero le tomaron muestras el mismo domingo y otra el lunes. Sus negativos son frágiles. Igual gobernadores de Nuevo León y San Luis Potosí. Todos corrieron a hacerse pruebas, algunos las hicieron públicas otros no.
Marcelo Ebrard lo mismo, pero al menos el canciller informó que tras dar negativo en el primer examen aguardará hasta hoy para practicarse un segundo (que debió ser el primero) análisis.
La norma que apenas diseñó la Secretaría de Salud para las reuniones presidenciales tampoco se observó. En la plática telefónica que sostuvo desde las oficinas de Alfonso Romo en Monterrey con Joe Biden, AMLO, Ebrard, la traductora y el anfitrión estuvieron sin sana distancia y obvio, sin cubrebocas.
Lo de gobernar con el ejemplo, en tiempos de pandemia, a la 4T no se le da.