No nos sigan confundiendo

QUEBRADERO

Javier Solórzano Zinser
Javier Solórzano Zinser larazondemexico

Quizá el vocero y el propio Presidente hayan perdido de vista el peso que tienen sus declaraciones. Cada vez que hablan, buena parte de la población los escucha y les hace caso.

Lo que dicen llega a millones de personas que piensan que lo dicho por ellos es una verdad incuestionable. Cuando plantean que estamos pasando lo peor no hay razones para que mucha gente lo dude, son personajes, nuestros representantes, en la vida del país y en la estrategia contra la pandemia.

El problema está cuando los ciudadanos enfrentamos en nuestro entorno la pandemia. Ahí es cuando todo lo que dicen adquiere otra dimensión; ahí es cuando se acude a los hospitales y no hay lugar; ahí es cuando se nos informa que se está controlando la situación cuando las evidencias en la vida de cada uno de nosotros muestra que no es así; ahí es cuando se nos dice que 60 mil muertos es una catástrofe y ya estamos en cifras oficiales cerca de los 200 mil, aunque ya se habla de 400 mil.

Una cosa es lo que nos dicen y otra cosa muy distinta es lo que vivimos. El problema es que el único referente que podemos tener los ciudadanos es el que parte del gobierno. Lo que se diga desde la visión oficial adquiere dos términos: es una especie de verdad de lo que está pasando y es también la guía de lo que se debe hacer.

Si al principio nos dijeron que no fuéramos a los hospitales hasta que nos sintiéramos realmente mal porque podríamos contagiarnos todos lo entendimos. Evitamos al máximo salir de casa, a pesar de que tuviéramos síntomas del coronavirus, no teníamos por qué no creerles.

Son quienes están al frente del sistema de salud y son quienes saben lo que debemos hacer.

No teníamos por qué dudar, porque además estábamos y estamos ante lo inédito. Con tantas carencias es difícil tener más referentes que no sea el del gobierno. Les creímos y una buena cantidad de personas se ha estado muriendo en sus casas.

El doctor Javier Esteinou ha venido haciendo una investigación en la UAM-X pormenorizada de la política de comunicación en tiempos de pandemia. Ha encontrado infinidad de inconsistencias, algunas de ellas en verdad básicas y que son del dominio público. Lo que ha pasado es que el propio gobierno las ha pasado por alto quizá confiando en la efímera memoria colectiva, la cual nos atrapa en función de una cotidianidad avasalladora.

Entendiendo la obsesión electoral, a la pandemia tenemos que colocarla en otra ventanilla, porque pasa por la vida de millones de personas, por el dolor sufrido, por la pérdida de familiares y amigos sin poder despedirse de ellos y no sólo por mantener hegemonías o desplazarlas.

Al gobierno le cayó encima la inesperada pandemia y es evidente que le cambió buena parte de sus proyectos, no es responsable de ella. Sin embargo, lo que sí es su responsabilidad es enfrentarla como eje de una sociedad democrática.

No pensamos que el lunes cuando el Presidente regrese a las mañaneras vaya a cambiar algo, no vemos que vaya a exhortar incluso al uso del cubrebocas. Todo indica que las cosas seguirán igual, es cuestión de escuchar al vocero para confirmarlo; resulta que la página para inscribirse para ser vacunado tiene “estrés”.

No se puede continuar con la confusión en la estrategia de aplicación de vacunas, hagan un alto en el camino. Explíquennos con peras y manzanas con cuántas empresas se han establecido convenios, rediseñen el proceso y busquen que no les pase por la cabeza el proceso electoral.

Desde hace rato estamos entre la vida y la muerte. Estamos agotados en medio de un discurso que de ser científico pasó a ser político, rondando lo ideológico y la confusión con cada vez más tintes de soberbia.

RESQUICIOS

Lydia Cacho nunca bajó la guardia. Lo que vivió forma parte del entramado político, de complicidades y la impunidad del país. La detención de Mario Marín es sólo una parte del rompecabezas de una historia dolorosa, pero ejemplar y aleccionadora, Lydia y sus amigos lo sabemos.

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