Llévelo, llévelo, llévelo…

QUEBRADERO

Javier Solórzano Zinser La Razón de México

No porque algunos políticos estén cambiando de partido significa que se esté renovando la clase política. Más bien en muchos casos lo que están buscando es de nuevo colarse, debido a que las organizaciones en las cuales originalmente militaban les han cerrado la puerta; es lo que se conoce como los saltimbanquis.

El hecho también pone en evidencia la escasa diferencia que hay entre los postulados de los partidos políticos. Entendiendo que las tendencias políticas hoy en día se van pareciendo cada vez más, los conceptos de izquierda-centro-derecha a veces acaban juntándolos, los políticos se mueven de un lugar a otro preguntándose en muy pocas ocasiones cuáles son las diferencias entre los partidos políticos entre el que estaban y al que llegan.

Otro de los grandes problemas que se enfrentan es que quienes quieren acceder y participar de la actividad política deben pasar por el poderoso tamiz de los grupos o tribus. Si de casualidad logran entrar en la mayoría de los casos no les queda de otra que aceptar el juego de las componendas, dicho de otra manera “apechugar”.

Cada vez son menos los casos de largas militancias partidistas que puedan permitir crecer políticamente para ir accediendo a cargos o responsabilidades en las organizaciones y fuera de ellas. Como es previsible, todo esto termina por desalentar la participación volviendo inamovibles a muchos cuadros.

En lo general, los partidos en cada elección se juegan su resto con tal de ganar o al menos tener una presencia significativa, por el pánico de registro y el dinero. Para ello no les importa quiénes son sus candidatos ni de dónde vienen, lo que los mueve es ganar a como dé lugar. Algunos partidos se han convertido en franquicias, negocios familiares, agencias de colocaciones y en otros casos, como el Verde, se acomodan en función de sus intereses que los lleva a singulares alianzas, según el sapo es su pedrada.

La vendimia de personajes de estos días muestra una de las caras más acabadas del desarrollo de la política. Quienes despotricaban de algunos partidos hoy sin el más mínimo recato se convierten en candidatos de esas organizaciones.

Las contradicciones confunden a los ciudadanos. No hay manera de entender cómo alguien puede hoy ser candidato de una organización contra la cual durante meses y años arremetió una y otra vez. Lo que en muchos casos acaba pasando, particularmente lo hemos visto en el PRI, aunque no es el único, es que la renovación va de la mano de herencias familiares; los apellidos se repiten en los hijos o en los parientes.

La política se concentra en grupos y las posibilidades de que los jóvenes puedan irrumpir en las Cámaras sigue siendo limitada. Si logran hacerlo la vieja guardia los somete o se la pasa cobrando favores tirando línea sin ton ni son. A muchos políticos jóvenes no les queda de otra que ceñirse a reglas como una forma de sobrevivencia y de lo que algunos llaman “crecimiento político”.

En un buen número de casos la selección de candidatos está en línea directa con el pago de cuotas. Los políticos saben que hay que picar piedra, pero también saben que deben “apechugar” y “tragar sapos”.

La reelección en cargos públicos pretende que los políticos puedan desarrollar sus proyectos, tres años son pocos, al tiempo que deben pasar la prueba de los votantes en una especie de evaluación.

En muchos países la reelección ha profesionalizado la política, porque permite que los legisladores tengan continuidad. En la siguiente elección veremos cómo nos va, Morena quiere reelegir a todos sus legisladores, “por lo bien que lo han hecho”.

Vienen batallas encarnizadas. No importa cómo ganar para ello son capaces de buscar futbolistas, cantantes, actores, luchadores y en el camino a Paquita la del Barrio, nomás faltaba.

RESQUICIOS

Qué bueno por los tabasqueños que les hayan condonado su deuda eléctrica, 31 estados del país andan pidiendo lo mismo, pero son tiempos en que Tabasco, pues es Tabasco.

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