El no-aeropuerto

CONTRAQUERENCIA

Eduardo Nateras
Eduardo Nateras Foto: larazondemexico

El miércoles pasado el Presidente López Obrador y una amplia comitiva de primerísimo nivel, interrumpieron sus apretadas agendas para dar paso a un acto protocolario de la máxima envergadura —aparentemente—.

Los titulares de los tres Poderes de la Unión y diversas autoridades federales y estatales, se dieron cita no en un icónico acto de consolidación democrática, tampoco en un hito histórico en nuestro fortalecimiento institucional, menos aún para el ansiado y necesario arranque de vacunación masiva contra el Covid. No, no fue así. Lo hicieron para inaugurar una pista del aeropuerto de Santa Lucía.

Al evento asistieron —además del Presidente— la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México y los gobernadores del Estado de México, Hidalgo y Querétaro; el presidente del Senado y la vicepresidenta de la Cámara de Diputados; el presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y los secretarios de Defensa, Marina, Gobernación, Relaciones Exteriores, Salud y Seguridad.

A decir de López Obrador, se trata del aeropuerto en construcción más importante del mundo, y vaya que definitivamente se cree su dicho, ante la magnitud del evento llevado a cabo. Pero, a juzgar por las imágenes ampliamente difundidas de una maqueta y el estado general de la obra, nada más alejado de la realidad que los dichos del Presidente. Vaya, no hay nada que indique que en un horizonte medianamente cercano el aeropuerto pueda quedar concluido o estar en operaciones, a pesar de que promete ser inaugurado —ahora sí, en su totalidad— en aproximadamente un año.

Como parte de este peculiar acto protocolario, Andrés Manuel y su comitiva tuvieron que tomar un vuelo de 11 minutos para recorrer los 45 kilómetros que separan al Aeropuerto de la Ciudad de México del de Santa Lucía y lograr aterrizar en la célebre pista. Además, para lograr que los aviones comerciales que también participaron en el evento aterrizaran, fue necesario pausar las operaciones de los aeropuertos de la Ciudad de México y de Toluca.

Todo esto como un irónico presagio de la compleja logística, eventualmente necesaria, para que el común de usuarias y usuarios pueda acceder y hacer uso del de Santa Lucía. Porque, aun con esta pseudo-inauguración, sigue pendiente —además del propio aeropuerto— el plan de movilidad y la infraestructura necesaria para que los pasajeros que requieran utilizarlo puedan hacerlo sin dedicar, al menos, un par de horas más simplemente en el traslado, salvo que realmente se tenga contemplado tomar un vuelo de conexión desde alguno de los aeropuertos aledaños, tal y como hicieron López Obrador y sus invitados.

En pleno año de elecciones federales intermedias, se trató, pues, de humo y nada más que eso, donde con bombo y platillo se inauguró una pista en la que aterrizaron aviones de pasajeros —sin pasajeros— de un proyecto aeroportuario sin pies ni cabeza. En fin, los tiempos electorales son perfectos, ¿o cómo es el dicho?

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