Dentro de la infinidad de frentes que nos ha abierto el coronavirus uno de los más importantes, y quizá de los menos atendidos, tiene que ver con las secuelas que ha dejado y está dejando la pandemia entre los niños.
Los muchos rompimientos sociales que nos ha provocado tienen a los niños en medio de escenarios que les es muy difícil entender. Todo cambio casi que de un día a otro obligándolos a entrar en adaptaciones, las cuales después de un año todavía cuestan enorme trabajo.
Muchos enigmas nos siguen acompañando ante la eventualidad de que el coronavirus vaya teniendo nuevas variantes. Ayer AstraZeneca informó que a final de año podría tener una vacuna contra las variantes que se han venido presentando, particularmente la de Reino Unido, la cual está causando enorme preocupación.
Si la pandemia ha resultado brutal para el mundo adulto pensemos qué es para los niños, a quienes también de la noche a la mañana les cambió la vida; dejaron de ir a la escuela; el mundo que les rodea se puso cubrebocas a lo cual se tuvieron que sumar; se tuvieron que quedar en sus casas sin importar las condiciones de vida en que están; todo les cambió abruptamente.
Si a nosotros nos sigue costando explicarnos lo que está pasando, imaginemos, por más que los niños tengan un gran proceso de adaptación e imaginación, lo que se les ha metido en sus cabezas y en su proceso de cotidianidad que, como fuere, tiende a darles los siempre necesarios términos de seguridad en sus vidas.
Por más que pasen por procesos de altibajos los niños en las escuelas, éstas son el espacio de libertad y socialización. Diferentes encuestas entre los infantes tienen como denominador común en sus respuestas que si algo quieren es regresar a clase, “para ver y estar con sus amigos y amigas”.
Las escuelas son los espacios que les permiten su desarrollo y son también la alternativa que encuentran cuando en casa las condiciones tienden a ser desfavorables por problemas intrafamiliares.
Una manera de hablar de estos temas está en su relación con sus compañeros y compañeras y en muchos casos en la posibilidad de hablarlo con los profesores, ya sea porque los niños lo buscan o porque los maestros tienen la capacidad de intuir y leer lo que le pasa a sus estudiantes. Lo otro, es que los niños no puedan canalizar verbalmente lo que les pasa, pero quizá al menos mientras están en la escuela tengan en su cabeza otras cosas.
Es necesario ir previniendo lo que se va a venir. Cuando se regrese a clases presenciales estos temas tendrán que ser abordados en dinámicas colectivas e individuales.
La otra área de muy necesaria atención tiene que ver con los niños que han quedado huérfanos. Juan Martín Pérez, de la Red por los Derechos de la Infancia, ayer en los RESQUICIOS le adelantábamos algo, plantea con enorme preocupación la falta de información que hay sobre este asunto en donde ni siquiera se tiene una base de datos.
No se sabe cuántos niños huérfanos hay por coronavirus en el país. Tampoco se sabe qué ha pasado con ellos, no se sabe si viven con familiares, si están con amigos de los padres o qué ha sido de ellos.
No sólo se trata de la ausencia de sus padres que les ha llegado de manera inesperada. De un día a otro se llevaron a su padre o a su madre, o a los dos, y si lamentablemente murieron les tendrán que explicar qué fue de ellos. No van a poder volver a verlos, no pueden estar en un momento de reflexión con ellos para poder despedirse; el mundo se vuelve inexplicable para los niños.
Son los miles de niños huérfanos por la pandemia.
RESQUICIOS
El lío en que ya está metido Morena por Félix Salgado Macedonio ha colocado en entredicho a la dirección del partido. Las acusaciones en su contra están siendo respaldadas por muchas mujeres morenistas. Por más ventaja que lleve el legislador en las encuestas para la elección en Guerrero, no tiene sentido ganar a cualquier costo; mientras no aclaren Salgado está señalado junto con Morena.