Política Emo para la Sociedad del Encierro

OJO AL GARABATO

Nemer Naime
Nemer Naime Foto: larazondemexico

¿Cómo podemos vivir en una sociedad sana? ¿Cómo podemos vivir con un cuerpo sano? ¿Cómo podemos interactuar sanamente con nuestro entorno? Suena algo super Zen-pacheco-emo, algo que te encuentras vibrando alto en Tulum o en Oaxaca o tu clase de yoga.

Frases ancladas al destino de nuestra historia iluminan mucho los dilemas del presente, una de ellas es “Pienso, luego existo”, de Descartes. Esta frase vincula “existir” con el pensamiento, con la racionalidad, con la cognición. ¿Y el cuerpo? ¿Y el sentimiento? ¿Y el NOSOTRAS? Todo eso lo niega por omisión. Mucho del conocimiento construido en la historia humana parte de esa frase y se bifurca en dos caminos. Uno, nuestra evolución cognitiva: cómo el neocórtex nos ayudó a desarrollar mapas mentales o cómo las partes subcorticales del cerebro nos dieron sentidos más amplios o el tamaño del cráneo; y, dos, en nuestra codificación genética: en qué nos diferenciamos de otras especies o cómo nuestros genes se adaptaron a varios entornos.

Pero, ¿qué pasa con nuestra evolución emocional? ¿Qué pasa con la interacción entre cuerpo y sensación? Goodall describe cómo durante una fuerte lluvia, chimpancés reaccionan, “No pueden analizarlo, no hablan de ello, no pueden describir lo que sienten. Pero tienes la sensación de que todo está encerrado dentro de ellos y la única forma en que pueden expresarlo es a través de este fantástico baile rítmico”.

“Todo está encerrado dentro de ellos”. ¿Se puede comparar ese baile con nuestra fantástica coreografía rítmica de voto democrático? Es simplemente un ritual más sofisticado. La psicología (y Pixar) ha detectado 4 emociones humanas básicas: miedo, alegría, tristeza e ira. Nótese: tres de estas son negativas, pero son emociones que te ayudan a fortalecer tu instinto individual de supervivencia. Para generar sociedades se necesita primero ampliar el rango de emociones y segundo crear emociones positivas —ya que no se puede vivir en sociedad con emociones negativas hacia tu entorno. Una vez que estas nuevas emociones positivas son neurológicamente posibles, pueden entrelazarse con rituales y otros comportamientos sociales que estimulan la solidaridad y esos valores necesarios para una sociedad sana. Así, las sociedades sanas sólo son posibles mediante la excitación emocional que gira en torno a emociones positivas (amor, felicidad, satisfacción, cariño, lealtad, amistad) y la mitigación del poder de las emociones negativas —a las cuales siempre tendemos, ya que predominan nuestros instintos individuales. Por ejemplo, la combinación de alegría e ira genera algo cercano a la venganza, mientras que los celos son el resultado de combinar la ira y el miedo. El asombro, que figura principalmente en la espiritualidad, es la combinación de miedo y alegría. Las emociones más precisas como la culpa y la vergüenza, dos emociones cruciales para el desarrollo de las estructuras sociales, son la combinación de tristeza, miedo e ira. Y ahí la importancia de la palabra poesía. Todas hemos conocido la vergüenza y la culpa y a través de esa experiencia emocional podemos empatizar y entender la existencia (mas no el pensamiento ya que “todo está encerrado dentro de ellos”) de otra persona.

No es porque seamos inteligentes y podamos aterrizar en Marte. No es porque seamos dominantes genéticamente y podamos subyugar un planeta. Es porque somos personas emocionalmente complejas, que hemos adquirido nuestros mayores dotes sociales: la capacidad de leer ojos y rostros e imitar gestos faciales; la empatía y ponernos los huaraches del otro; el sentido de reciprocidad y justicia; la capacidad de verse a sí misma como parte de un entorno. El aumento de la paleta emocional disponible para nosotras, como personas, también aumentó nuestras capacidades sociales. Somos animales sociales, porque somos animales emocionales. Sientes, luego existes.

Hoy, las instituciones políticas se han llenado de emociones negativas. Piensa en cualquier institución gubernamental de cualquier nivel o poder e inmediatamente sientes disgusto, insatisfacción, desilusión, vergüenza, miedo, ira, desconocimiento, impotencia y toda una gama de emociones negativas. ¿Cómo generamos emociones positivas hacia nuestras estructuras políticas? Las soluciones permanentes a nuestros dilemas contemporáneos están en esa respuesta, atendiendo nuestra salud emocional y social, buscando tener menos razón personal todas las mañanas para poder encontrar una mejor existencia colectiva el resto de nuestros días.

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