Más de dos años con la pelota en su cancha

QUEBRADERO

Javier Solórzano Zinser

Si bien la vida en el país se ha venido polarizando, no se soslaya que llevamos en ello mucho tiempo.

El país está polarizado en lo social y económico de tiempo atrás, pero ahora la política se ha sumado a ello y es un elemento que ha detonado las diferencias. Antes las cosas quizá podían en este sentido verse en segundo plano, ahora bajo las condiciones políticas, no hay día en que aparezcan ante y entre nosotros.

Mucho tiene que ver el discurso presidencial. Si bien los tonos y señalamientos de López Obrador no son nuevos, la diferencia está en que ahora siendo el Presidente no deja pasar absolutamente nada que no le parezca.

A diario da su opinión bajo tres vertientes: el pasado nos condena, los críticos de su gobierno y de él que son los adversarios “conservadores neoliberales” y también para informar y mostrar los avances de su gobierno en un tono de autorreconocimiento.

Pocos como él tienen tan claro lo que significan las grandes diferencias socioeconómicas. Habla de ellas con razón y también por señalar, criticar y buscar que no se pierda por ningún motivo en el imaginario colectivo lo que han provocado y quiénes son los responsables.

Cualquier escenario y circunstancia le sirven para arremeter contra el pasado. Este fin de semana en Zacatecas tocó el turno presumimos que al PRI: “Heredamos, dijo, el partido de la delincuencia organizada”. No se ve que López Obrador se vaya a mover de la posición que ha alertado que va a tener a lo largo de las elecciones. Es al mismo tiempo Presidente y militante, lo cual, por cierto, no ha dejado de ser a lo largo de su mandato.

Su consigna y arenga de “primero los pobres” busca mostrar las grandes diferencias y por la forma en que lo hace lleva a la polarización.

Se ha abocado a evidenciar aún más lo que de suyo son serios problemas del país. Es evidente que ante ello va teniendo cada vez más elementos para hacerlo, las grandes diferencias no han disminuido, ante lo que el Presidente y su gobierno deberán considerar que desde hace más de dos años la pelota está en su cancha.

Hay un pasado que si bien merece ser fustigado, también merece ser considerado y contemplado, lo cual no ha hecho el gobierno. El pasado sólo ha servido para ser señalado, en tanto que el presente se está buscando que sea visto como un proceso de cambio tangible cuando todavía sigue siendo un proceso.

El discurso presidencial se encarga de recordar a diario los motivos de las grandes diferencias, al tiempo que le sirve para fortalecer su omnipresente gobernabilidad lo que le otorga aún más capacidad de maniobra política y, sobre todo, a ejercer el poder.

La larga experiencia de López Obrador le permite manejar un discurso que cada vez está más acabado, entendiendo con claridad qué debe señalar y, sobre todo, lo que quiere provocar.

No hay un paralelismo en el historial reciente del país que pueda ser una especie de referente para poder explicar el momento actual. Hoy México tiene un Presidente poderoso que conoce las entrañas del país como pocos y que además camina llevando por ahora la sartén por el mango.

Las alusiones al México de los 60 y 70 tienen más que ver con el ejercicio del poder que con realidades con las que se pudiera comparar el México de 2021.

Lo que el gobierno no puede seguir haciendo es señalar al pasado como responsable de todo lo que ya incluye su gestión a lo largo de estos dos años y medio.

El Presidente y su gobierno deben tener claridad y entender que ya llevan un rato con la pelota en su cancha y que los cambios los estamos viendo en las formas, pero no se están revirtiendo las grandes dolencias del país.

RESQUICIOS

Morena no acabó por resolver el problemón que tiene con Félix Salgado Macedonio. No queda claro si se puede postular de nuevo el legislador, si se encontraron elementos para responsabilizarlo de lo que se le ha señalado, o si trataron de dejar el asunto a medias para no contradecir a ysq, entre otras cosas.

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