¿Qué ciudadanía, cuál república?

DISTOPÍA CRIOLLA

Armando Chaguaceda
Armando Chaguaceda Foto: La Razón de México

La recién presentada Encuesta Nacional de Cultura Cívica (Encuci) 20201 muestra una foto de las culturas y prácticas ciudadanas predominantes en México, que abona a otros estudios anteriores sobre las preferencias y actitudes políticas de nuestros connacionales2. Es interesante, a partir de estos sondeos, identificar trazos de los paradigmas políticos modernos; las tradiciones republicana, liberal, populista y autocrática, entre ellas.

La perspectiva republicana remite a una comunidad política con derecho y tradiciones compartidas; con la práctica de la virtud cívica y la búsqueda del bien común como norte de gobernantes y gobernados. Además, la centralidad del gobierno de la ley —encarnada en instituciones— por encima del gobierno de los hombres.

Según la Encuci, una pequeña mayoría (36.3%) de los encuestados identifica republicanamente la condición ciudadana con tener responsabilidades, seguido por el disfrute de derechos (29.4%) de regusto liberal. El ejercicio del voto, la educación política, la residencia y la edad aparecen, en ese orden, como otros criterios de ciudadanía. En tanto, los asuntos comunitarios que más nos implican son eventos religiosos (27%), problemas con servicios públicos (28.3%) y la organización de fiestas (25.1%), nuestra participación es primordialmente parroquial. Lejana a grandes procesos y reclamos de autogobierno y empoderamiento cívico.

En general, nos declaramos demócratas. Dentro del 88.7% de los entrevistados que considera necesario un gobierno abierto a la participación, un 69.2% se siente capacitado para hacerlo. Respecto a la democracia, un 73.4% la identifica nominalmente, 65.2% la considera preferible a cualquier otra forma de gobierno y 52.7% se siente muy o algo satisfecho con su estado en nuestro país.

Al tiempo, hay elementos proclives —por evaluación de desempeño, preferencias normativas o una mezcla de ambos— a modos de gobernanza populista o, en extremo, autocráticos. Un contundente 77.5% de personas encuestadas vio necesario un líder fuerte al frente del gobierno. Un 14.7% no ve diferencia entre un régimen democrático y uno autoritario, otro 16.4% prefiere a este último, en ciertas circunstancias, para dirigir el país. Casi la mitad —46.8%— está poco o nada satisfecha con la situación nacional.

Si bien el liberalismo prioriza individuos con libertades y el republicanismo enfatiza ciudadanos con deberes, el rechazo al poder irrestricto vincula ambas tradiciones. No hay proyecto liberal sin proteger la autonomía del individuo ante intromisiones abusivas del poder. No hay vida republicana fuera de las leyes, instituciones que protegen la comunidad y participación cívicas. Para que libertades y derechos sean efectivos, es menester que haya gobiernos eficaces, capaces de proteger, exigir, involucrar, desarrollar y respetar a sus ciudadanías.

La Encuci arroja la visión de una comunidad cívica nacional con demandas, contradicciones y valores disímiles. En su mayoría conectada con las reglas básicas del convivir democrático. También revela un segmento poblacional afín a prácticas y representaciones del poder que empoderan poco o nada a la gente. La suma de todo eso, atravesada por el impacto de la pandemia, la polarización creciente y las dinámicas y coyunturas de los meses por venir, se expresará en las urnas en las históricas elecciones del venidero 6 de junio.

1 Ver https://www.inegi.org.mx/programas/encuci/2020/

2 Ver los resultados del Proyecto de Opinión Pública de América Latina (https://www.vanderbilt.edu/lapop/mexico.php), el Latinobarómetro (https://www.latinobarometro.org/lat.jsp) y el estudio global Varieties of Democracy (https://www.v-dem.net/en/news/liberal-democracy-mexico/)

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