Las campañas electorales de este año, no detienen su fuerte tonalidad. Como se vislumbraba desde inicios del proceso, los partidos nacionales hoy no sólo tienen que salir a convencer a un electorado cansado de los embates entre los políticos, sino también, estos partidos, tienen que sortear con crisis internas, como un paso obligado del desgaste entre grupos derrotados.
Como ingrediente que está dejando un sabor amargo en la ciudadanía, encontramos candidaturas fatales, pero también ahora la llegada, sin el menor pudor, del favoritismo de candidaturas entre familiares.
Aquí lo que estamos observando es que no hay una lógica en los argumentos que buscan convencer al electorado, más bien los partidos están haciendo cálculos para tener la certeza del puñado de votos que obtendrán, tristemente.
Existen alianzas nacionales, que en lo local simplemente son de papel o que chocan entre sí, por ello no se observa una apuesta de los partidos en lo nacional, que sea reiterativa a un llamado del voto por un proyecto de coalición, y más bien parecieran disparos dispersos, que no están llegando de manera contundente al electorado.
Sabemos que la elección de junio representa muchas fichas para un gran número de jugadores, tanto políticos como no políticos.
Entre los dos bandos, unos buscan espacios de poder para “contener un poder autoritario”, y los otros impedir el “regreso del régimen corrupto y antipopular”, pudieran ser archirrivales en campañas, pero ¿qué tanto podrían ponerse de acuerdo una vez que pasen las elecciones? Es ahí donde la normalización de la democracia en México debe dar un paso decisivo.
Las próximas elecciones no serán la salvación ni la puntilla dañina para nuestro país, lo que sí sería un grave error, es que pasando este proceso no se logre dimensionar que debemos trabajar más hacia la unidad nacional.
Una mesa de diálogo permanente entre sectores, para redimensionar los próximos años y poder generar acuerdos en temas en los que habría coincidencia como nación.
Esperemos que los partidos recapaciten en lo que se dicen en las campañas, ya que la mayoría de los agravios, provenientes de todos los procesos, no se olvidan fácilmente.
Y es aquí donde también debemos poner en la balanza el papel que la ciudadanía tiene en la construcción de su democracia.
Si queremos hacer país, hay que cuidar el ejemplo. Que cada quien se haga responsable de sus acciones, es algo que más le cuesta a la sociedad mexicana hacerse cargo.
Esperemos que tanto la sociedad como el Gobierno, hagamos lo propio para que existan consecuencias de todos los hechos que merezcan sanción y corrección, que las sanciones no sean selectivas y que por el contrario, el criterio siempre se encamine a fortalecer un ambiente de respeto a los derechos de todos, y una plena cultura de la legalidad.
Que sea entonces esta elección un propósito para rehacer relaciones, donde podamos observar que existen temas serios en los que no podemos distraernos sólo por las elecciones.