Echeverría en CU (1)

QUEBRADERO

Javier Solórzano Zinser
Javier Solórzano Zinser La Razón de méxico

Así lo vi y así lo recuerdo. Todos sabíamos que el 14 de marzo de 1975 iba a ser un día intenso y tenso en la UNAM.

El anuncio de que el presidente Luis Echeverría asistiría al auditorio Salvador Allende de Medicina a inaugurar los cursos escolares provocó polémicas e irritación.

Algunos de los jóvenes funcionarios del gobierno, estudiantes y maestros de la UNAM le habían hecho creer al presidente que había condiciones para su visita a CU. El tema se debatió y por lo que recordamos en lo general se planteó una severa crítica a la visita, lo sucedido evidenció que no había condiciones.

Para Echeverría era una obsesión ir a la universidad. Era el espacio de la mayor crítica a su persona y a su gobierno. Estaba buscando resarcir su imagen, para lo cual había sumado a intelectuales, escritores y académicos, al tiempo que había impulsado que la izquierda participara en la vida partidista.

En la FCPyS el tema fue debatido en tensas asambleas. Había quienes consideraban que era la oportunidad de dialogar con el presidente y enfrentarlo, en tanto que otros no querían la visita por ningún motivo, todo el tiempo estaba en el imaginario colectivo las represiones del 68 y la de jueves de Corpus.

Al final se llegó a un singular acuerdo, cada quien decidiría si asistía, pero no habría una delegación estudiantil oficial. Ese día en la facultad, recordamos, muchas clases se suspendieron entre 10 y 12 a.m.

Al final el acuerdo poco importó y diversos grupos de diferentes facultades se concentraron en el Salvador Allende en medio de un caos y una gran tensión. Dentro del auditorio era imposible moverse y afuera todo era aglomeración e intentos por entrar al recinto.

Los empujones y los gritos no paraban en medio de pedradas y sillazos. Se pasó al riesgo físico, todos queríamos entrar al auditorio, el cual estaba a tope desde primera hora.

En la primera parte del evento, Joel Ortega hizo una presentación por muchos motivos interesante y profundamente crítica. Era difícil escuchar en medio de gritos, los cuales eran en su mayoría contra Echeverría. La aparente tranquilidad del presidente se fue transformando en preocupación, sudor y tensión, al igual que la del rector Soberón.

Todo se convirtió en gritería, la cual se agudizó cuando el presidente tomó el micrófono para lanzar frases que hoy se siguen recordando y que son una de las identidades de su visita: “Jóvenes del coro fácil”, “jóvenes fascistas”, “jóvenes sin religión”, junto con referencias difíciles de escuchar a “Mussolini y Hitler”.

Llegó el momento en que ya no se entendía nada, el problema se agudizó en las puertas del auditorio todos queríamos entrar.

El desaparecido Estado Mayor estaba a nada de perder el control. Uno de sus integrantes le dijo al presidente que tenían tres minutos para poder salir, según nos contó el muy recordado Raúl Moreno Wonchee.

Echeverría declaró como pudo “solemnemente” inaugurados los cursos y tomó de la cintura a Raúl, quien sería el último orador, para utilizarlo como escudo y salir del auditorio.

Si el remolino de gente era incontrolable, la salida de Echeverría provocó que las sillas y las piedras volaran aún más, en medio de una gritería confusa y cada vez más tensa. Se pasó a la violencia, los empujones y las corretizas. Todo se conjuntó: la protesta, la violencia y también el miedo.

Vimos a lo lejos al presidente congelando sus sonrisas como si no estuviera pasando nada, de repente puso su mano en su frente, al tiempo que personal del Estado Mayor se lo llevó en vilo para sacarlo de la facultad hacia la zona adonde se imprimían tesis.

No se supo nada de Echeverría hasta la tarde, traía una especie de curita en la frente. Mañana le seguimos.

RESQUICIOS

Por más que queramos saber qué piensa el Ministro Zaldívar sobre el “favor” que le mandó el Presidente nos vamos a tener que aguantar. Al ser un asunto que puede estar en su ámbito no puede ni debe manifestarse.

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