Hacer caravana con la vacuna ajena

EL ESPEJO

Leonardo Núñez González Foto: La Razón de México

La vacuna NDV-HXP-S puede convertirse en una gran alternativa para que los países en vías de desarrollo puedan obtener dosis baratas que, además, puedan producirse con mayor facilidad en donde se necesiten. Su tecnología es producto de años de investigación de la Universidad de Texas y la escuela de medicina Monte Sinaí en Nueva York; sin embargo, en los países en que se comenzará a probar, México, Tailandia, Brasil y Vietnam, todos los gobiernos han tratado de hacer pasar a la vacuna como una proeza nacional propia.

En Brasil, la vacuna ha sido denominada como Butanvac y las autoridades la han presumido como una vacuna 100% brasileña. En Tailandia, mientras el ministro de Salud anunciaba su propia versión, llamada Chulacov19, dijo que “esta vacuna es producida por gente tailandesa para gente tailandesa”. En Vietnam, la vacuna fue bautizada como Covivac y también se ha presumido como 100% vietnamita. En México, el nacionalismo se desbordó hasta el punto de anunciar a la vacuna con el nombre de Patria y realizar una presentación muy engañosa, en la que se pretendía dar una imagen de que la vacuna era producto de investigación propia y que permitiría garantizar la soberanía nacional.

La realidad es que el papel principal de los países participantes será en la realización de las fases de pruebas de las vacunas y, en caso de que se demuestre su efectividad, en la producción local de las dosis. Aquí hay un punto clave, pues la producción de la NDV-HXP-S podrá hacerse a través de uno de los métodos más eficientes para la creación masiva de vacunas: mediante huevos de gallina que son manipulados para producir los componentes esenciales de la vacuna. Con esto, se abatirían los grandes costos que actualmente tiene la producción de las vacunas de Pfizer, Moderna o Johnson & Johnson, que requieren una serie de materias primas costosas y cuyo procesamiento es altamente especializado.

Si algunos países en vías de desarrollo hoy tienen la posibilidad de comenzar a probar y producir dichas vacunas, se debe en buena parte a que la investigación científica que la respalda ha sido producto de años de trabajo de diversos científicos en Estados Unidos que, además, han querido ayudar compartiendo su trabajo. Por ejemplo, la proteína que se asemeja lo más posible a la corona que recubre cada coronavirus, denominada HexaPro, y que fue desarrollada por la Universidad de Texas se licenció para que compañías y laboratorios de 80 países la pudieran utilizar de manera gratuita. Algo similar sucede con la investigación del centro de biomédica Monte Sinaí, que desde hace más de 10 años comenzó a desarrollar los trabajos que hoy le permitieron incorporar la HexaPro y a partir de la cual han comenzado a firmar convenios de colaboración con laboratorios de diversos países para el desarrollo de las fases de pruebas y su posterior producción. Estas vacunas, sin duda, pueden ser una gran noticia para abatir la enorme desigualdad que está privando en la repartición global de las dosis, pero presumirlas como productos propios de cada país es una mentira absoluta. A muchos gobiernos les gusta hacer caravana con la vacuna ajena.

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