Cito el prólogo del libro De armas tomar, de Ángel Gilberto Adame.
“Muchos son los nombres que se les han dado a las mujeres que, inconformes con la injusticia sistémica cometida contra su género, han manifestado su disgusto a lo largo de la historia. Las han llamado putas, brujas, histéricas, malcogidas, poseídas, incansables, amargadas, locas. Se les ha desacreditado, marginado y castigado de diversas maneras, pues el contexto sociopolítico heteropatriarcal, caracterizado por privilegiar al hombre, se sostiene a expensas del silencio y de la sumisión de las mujeres y, en consecuencia, su subversión supone una amenaza”.
En noviembre de 2017, durante un evento sobre violencia de género, organizado por la Secretaría de Gobernación, que encabezaba en esos ayeres Miguel Ángel Osorio Chong, la también entonces ministra en retiro Olga Sánchez Cordero leyó el mismo fragmento.
En aquella ocasión, lo recuerdo, puso énfasis en la parte final de dicho texto: “El contexto sociopolítico heteropatriarcal, caracterizado por privilegiar al hombre, se sostiene a expensas del silencio y de la sumisión de las mujeres”. Mientras leía, los asistentes aguantaron la respiración.
Llama la atención la vigencia de estas letras sobre todo en temporada electoral. Según datos del Instituto Nacional Electoral, sólo entre el 14 al 21 de abril de este año, se recibieron 77 quejas por violencia política contra las mujeres en razón de género.
Es decir que, en sólo una semana, se registraron más quejas que en todo el año previo al arranque de las campañas electorales. Y no son sólo números, cada una de estas denuncias –provenientes principalmente del ámbito municipal– significan una voz que no se quedó en silencio y denunció el pisoteo del que han sido objeto, y que se ha vuelto algo tristemente recurrente en la vida interna de los partidos políticos.
Con estos números y tomando en cuenta los hechos recientes en el país, sería interesante saber si Olga Sánchez Cordero, que hoy es secretaria de Gobernación, sostendría en la práctica aquel discurso. Si lo pronunciaría con el mismo énfasis desde el atril de un gobierno que no sólo avala, sino que arropa el lamentable papel de las “Juanitas”, mujeres que llenan espacios o que son usadas con el vulgar objetivo de retener el poder a como dé lugar.
Curioso también es recordar que este término –que encierra la más vil de las violencias políticas– fue acuñado en el 2009 por el hoy Presidente Andrés Manuel López Obrador, con Rafael Acosta Ángeles, mejor conocido como “Juanito”, personaje que terminó por ceder el poder en Iztapalapa a Clara Brugada.
En el baúl. Cada tres años, las alcaldías se convierten en auténticas agencias de colocación. Trabajadores que se enfrentan a la incertidumbre del nuevo jefe político en turno y la gente que los sustituirá. Hasta el castillo han comenzado a llegarme cartas de madres solteras, personas adultas mayores y hasta padres de familia, que están contra las cuerdas, contando los días que les quedan para ser renovados en sus puestos de trabajo por personas cuyo único mérito es apoyar la campaña de uno u otro candidato. Es el caso, por ejemplo, de Coyoacán, donde se prevé la llegada de un nuevo partido y con ello, la salida de cientos de trabajadores.