La transfobia

HABLANDO DE DERECHOS

Jacqueline L'Hoist Tapia Foto: larazondemexico

Ser diferentes es un valor humano que, sin duda, enriquece a las sociedades, pero hacer diferencias, dando tratos desiguales sin motivos razonados, que busquen la igualdad de oportunidades, es ejercer una conducta discriminatoria. Este 17 de mayo se conmemoró el Día contra la Homofobia, que se ha ampliado a eliminar todas aquellas conductas discriminatorias contra la diversidad sexual y de género.

Sin lugar a dudas, la discusión, por lo menos la políticamente correcta, ya no pone a debate los derechos de las personas LGBTTTI+. Se reconoce que las preferencias/orientaciones sexuales y percepción del género, son espacios profundamente personales y que el Estado tiene la obligación de garantizarles el acceso a todos los derechos y servicios sin discriminación. En nuestro país, la Suprema Corte de Justicia se ha expresado ampliamente al respecto, y aunque aún hay mucho que hacer con las conductas sociales, los avances han sido significativos.

Desafortunadamente, en relación con las personas trans, aún encontramos resistencias legislativas y administrativas para el reconcomiendo del género con el que se identifican y que éste quede explícito en sus documentos oficiales, y la resistencia mayor en ampliar este proceso administrativo para las niñas, niños y adolescentes. Sin embargo, se cuenta con argumentos, desde los derechos humanos, que prontamente lograrán estos avances.

La transfobia más cruda que viven las personas trans, además de aquella del ámbito familiar, social y laboral, es la que procede de movimientos feministas radicales, que abiertamente excluyen a las mujeres trans bajo el argumento de que la auto-identificación con el género femenino no convierte a un hombre en mujer y, por tanto, exigen la exclusión de las mujeres trans (no de los hombres trans) de los espacios asignados únicamente a mujeres, como baños, cárceles, transporte público, etc. Incluso hay voces que impugnan por no reconocerles derechos humanos y no ser incluidas en programas sociales. Estos movimientos son llamados Trans Excluyente Feminista Radical, por sus siglas TERF, y hoy se colocan en una pugna constante. Esta situación ha exigido principalmente a mujeres cisgénero y a otros movimientos feministas a tomar una posición. Yo misma hace ya algunos meses me vi envuelta en una situación inesperada al respecto, que se lee más como tomar bando y que en nada conviene a la causa de las mujeres en su más amplia expresión, pero tampoco a la convivencia social en general. En lo personal me opongo rotundamente a la exclusión de las mujeres trans del movimiento feminista y de limitar sus derechos.

Estoy convencida del derecho a la construcción de la personalidad de cada individuo, a reconocernos desde nuestro fuero interno como hombre, como mujer, como ambas o como ninguna, y que desde ahí nadie debe decirle a la otredad quién es, y mucho menos violar sus derechos por juicios y prejuicios que abren la brecha de la discriminación.

Los odios entre las personas nunca han traído nada bueno a la humanidad. Las mujeres siempre nos hemos reconocido como diversas y cada vez más luchamos porque los roles sociales no nos definan, y en esa lucha también está que no sólo se nos reconozca a través de nuestros órganos sexuales.

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