Cese al fuego

JUSTA MEDIANÍA

David E. León Romero
David E. León Romero Foto: La Razón de México

México condenó la excesiva fuerza empleada por Israel y criticó el papel de la ONU ante la violencia en Medio Oriente. Las escenas resultan desgarradoras, profundamente dolorosas, que han costado cientos de vidas, muchas de ellas inocentes.

El Papa Francisco calificó el enfrentamiento como inaceptable: “El odio y la violencia creciente que está afectando varias ciudades en Israel es una herida grave a la fraternidad y a la convivencia pacífica entre los ciudadanos que será muy difícil de curar”.

El cese al fuego resultaba urgente. Nada bueno traería la violencia imperante en la región. Después de 11 días de hostilidades, Israel y Hamas anunciaron una tregua bilateral, con la mediación de Egipto. El acuerdo causó emoción y felicidad entre la población que manifestó su júbilo en las calles. La reconstrucción llevará tiempo. El dolor provocado por los ataques será inolvidable. La cicatrización de las heridas luce altamente compleja.

El saldo de 11 días de enfrentamiento: inmuebles destruidos, más de 2,000 heridos y más de 230 personas fallecidas entre las que destacan más de 60 menores de edad. Y es ahí donde quisiera hacer un alto. Imagino que el saldo de la guerra deja huellas profundas e imborrables en todos lo que la sufren, mucho más en aquellas familias que pierden a un integrante, pero aún más en los niños que ven de cerca la muerte, sufren el acecho de la violencia y el dolor de sus consecuencias. Niños que pierden la vida. Niños que se salvan de la muerte con huellas de terror. Niños que se quedan sin padre o madre a causa del enfrentamiento. Niños a los que, en todos los casos, los pensamientos y emociones seguramente los ahogan.

Uno de los testimonios recogidos más desgarradores lo encarna Muhammad al Hadidi, padre de 5 hijos. Su esposa y los niños visitaban el hogar de sus familiares, que fue alcanzado por los ataques, constándole la vida a ella y a 4 de sus niños, sobreviviendo únicamente el padre, que no estaba presente, y el más pequeño de sus hijos, de 5 meses de edad, quien fue rescatado entre los escombros. En cuestión de segundos, la guerra terminó con la vida de una familia inocente. ¿Cómo explicar a este padre el sentido del enfrentamiento? ¿Cómo explicar a este niño la vida y muerte de sus hermanos y su madre? Seguramente para ellos nada será igual.

Necesitamos paz. El hallazgo más importante que debe impulsarnos a satisfacer esta necesidad es la vida de los niños. Su franqueza y transparencia les permite expresarse sin tapujos; manifiestan sus sueños y temores. Tienen miedo a morir, expresan su dificultad para conciliar el sueño y el amor y la desesperación de sus padres para protegerlos. ¿Cómo repararlos? El daño en sus mentes y en sus corazones será irreversible.

La violencia impera en diversas regiones del globo, incluido el territorio mexicano. Es importante redoblar los esfuerzos para terminar con la violencia, pero de manera muy especial, para articular esfuerzos públicos y privados para fortalecer a la niñez. Bienvenido el cese de hostilidades, pero qué sigue, cómo reparamos esos corazones, cómo convivimos para evitar el enfrentamiento futuro y el sufrimiento que traerá consigo.

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