Vargas Llosa, Fujimori, Quispe Palomino, Sendero Luminoso… Apellidos que marcaban la historia peruana hace treinta años siguen pesando en el presente de ese país andino. Un atentado reciente de la vieja guerrilla maoísta en el riachuelo de Chimpinchariato, cerca del pueblo selvático de San Miguel del Ene, y que habría cobrado la vida de 18 personas, irrumpe en el escenario electoral para atizar aún más la polarización.
Hace poco más de treinta años, Alberto Fujimori y Mario Vargas Llosa se enfrentaron en una segunda vuelta electoral por la presidencia de Perú. Fujimori, con apoyo de varios sectores de la izquierda, venció a Vargas Llosa, quien sostenía un programa típicamente neoliberal. Desde el poder, fue Fujimori quien realizaría buena parte de aquel programa, empaquetándolo en una modalidad autoritaria, que recurrió a una intervención militar del congreso, un autogolpe de Estado en 1992 y una nueva Constitución, la de 1993, que rige actualmente.
A pesar de su agresiva mezcla de neoliberalismo, autoritarismo y populismo, la corriente fujimorista sigue siendo popular en el Perú. La candidatura de Keiko Fujimori no oculta una visión positiva de la experiencia de gobierno de su padre, en los 90, y plantea una continuidad en relación con políticas de seguridad nacional, contra el narcoterrorismo y contra Sendero Luminoso.
La geografía política peruana, sin embargo, ha cambiado, como en la mayor parte de América Latina y el Caribe. Hoy las derechas neoliberales se enfrentan a izquierdas, muchas veces neopopulistas y conservadoras, que son respaldadas por bloques geopolíticos poderosos. Quienes piensan que la única potencia global es Estados Unidos no ven o justifican la construcción de esas hegemonías alternativas.
Lo cierto es que hace treinta años la izquierda apoyó a Fujimori contra Vargas Llosa y hoy Vargas Llosa apoya a Fujimori contra la izquierda. Una izquierda liderada por un joven maestro y dirigente sindical, Pedro Castillo, que rechaza la introducción del enfoque de género en la enseñanza, la despenalización del aborto y el matrimonio entre personas del mismo sexo. Como otros líderes de la rara nueva izquierda regional, Castillo piensa que el feminismo y los derechos LGTBI son ajenos a América Latina.
Hace treinta años, Fujimori convirtió en prioridades el combate a Sendero Luminoso y la impunidad ante a la corrupción y el despotismo de colaboradores suyos, como el temible Vladimiro Montesinos. Hoy, una facción de Sendero Luminoso, favorable a la candidatura de Keiko, ataca a civiles y amenaza a comunidades rurales para que no voten por el candidato de izquierda, Pedro Castillo.
En tres décadas, las posiciones se han trocado: la izquierda es conservadora y la derecha es liberal. Pero lo más grave es que el autoritarismo sigue definiendo amplias zonas del programa político de una y otra. Ninguno de los candidatos apuesta por una profundización de la democracia peruana.