Desesperanzas

FRENTE AL VÉRTIGO

Pedro Sánchez Rodríguez larazondemexico

Huyo del mal que me enoja buscando el bien que me falta. Más que las penas que tengo me duelen las esperanzas.

(Manuel Altoaguirre)

El famoso décimo tercero transitorio de la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación, que estableció la prolongación por dos años del periodo del Presidente de la SCJN, ha levantado las alarmas sobre una supuesta tentación autoritaria del Presidente López Obrador de intentar replicar la estrategia en la duración de su mandato presidencial. Esta situación ha sido señalada por un ícono de la izquierda mexicana como Porfirio Muñoz Ledo, pero también aprovechada por personajes como el expresidente Felipe Calderón, para plantear un juego suma cero en las elecciones del próximo 6 de junio, cuyo resultado decidiría si México se mantiene democrático o transita a la dictadura.

La ingenuidad es peligrosa. El no admitir que los últimos meses en México son preocupantes por la falta de cristalización de sus intenciones, es no admitir que el paso del tiempo le ha ensombrecido el rostro al régimen. Pero el juego planteado por la oposición también es ingenuo. Jesús Silva Herzog en “Por la Tangente” (2020), reflexionando sobre H.L. Mencken, un periodista y ensayista estadounidense, se refiere que para éste “demócrata es quien se imagina superior a su adversario, quien es incapaz de reconocer cualquier dignidad en su antagonista, quien disfraza su ambición con los aires de la superioridad moral”. La gran ausente en el juego democrático del país, en los últimos años, ha sido la oposición, y eso no lo provocó el Presidente.

La oposición abraza la bandera de la democracia y protesta contra la dictadura, pero su oferta política es pobre, “como un jabón, disminuyendo siempre” (Jonathan Swift). La fuerza del partido en el Gobierno no emergió por generación espontánea. Su éxito proviene de una lucha de décadas de líderes de izquierda, de un intenso pero paciente despliegue de campañas por tierra, y de una comprensión profunda del electorado y la situación de México. Pero, sobre todo, su triunfo fue catalizado y potencializado por la absoluta falta de límites a las ambiciones personales y económicas de los gobiernos anteriores, enmascaradas de soberbia tecnocrática. El costo de eso está a la vista: la oposición no puede competir, con todo y de frente, porque ante cualquier intento tiene cola que le pisen.

El país se encuentra en una situación delicada. La transformación prometida no es la que se está fraguando, se está configurando en un régimen peligrosamente endurecido. El resultado de las próximas elecciones significaría el fortalecimiento de un régimen que día con día tienta el terreno de la legalidad para cruzarlo o, por el otro lado, la conformación de un Gobierno que inició siendo esperanzador y que terminará posiblemente dividido, debilitado y, una vez más… decepcionante.

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