Hay una fascinación por el futuro. A la humanidad siempre la han acompañado los adivinos. Hoy se les llama, en muchos ámbitos, el de la economía incluido, pronosticadores.
La gran mayoría de las preguntas que nos hacen a los economistas tienen que ver con el futuro: ¿cuánto crecerá la economía?, ¿cuál será la inflación?, ¿cómo terminará el tipo de cambio?, ¿qué pasará con las tasas de interés?, ¿cuántos empleos se crearán?, ¿cuál será el aumento en los salarios?, ¿qué pasará con el precio del petróleo?, etc.
Hoy, después de la recesión del año pasado, la pregunta más socorrida, en torno a la cual ya hay todo un debate, es ¿cuánto crecerá la economía?, pregunta que tiene tantas respuestas como economistas la responden, lo cual quiere decir que no hay una sola y que las diferencia entre unas y otras son considerables.
La encuesta sobre expectativas económicas que tomo como referencia es la que el Banco de México levanta mes tras mes entre los especialistas en economía del sector privado. Según la media de las 35 respuestas recibidas en la encuesta de mayo, en 2021 la economía mexicana crecerá 5.16 por ciento. La expectativa más optimista es 6.70, 29.8 por ciento mayor que la media. La más pesimista es 3.88, 24.8 por ciento menor que la media. ¿Cuál será la buena? Ninguna, sin olvidar que en la encuesta de junio, que se levantará a finales de junio y se publicará el primero de julio, las expectativas cambiarán, poco, pero lo harán.
Lo que más me llama la atención cuando se discute el tema del crecimiento son algunas afirmaciones sin ningún fundamento económico, como es el caso de ésta: si el consumo de las familias, el gasto del gobierno y las exportaciones crecen la economía crecerá, como si el crecimiento de la economía dependiera de estas tres variables: consumo de las familias, gasto del gobierno y las exportaciones.
El crecimiento de la economía se mide por el comportamiento de la producción de bienes y servicios para el consumo final, el Producto Interno Bruto, PIB, producción que depende, no del consumo de las familias, no del gasto del gobierno, no de las exportaciones, sino de las inversiones directas, que son las que producen bienes y servicios, crean empleos (para producir alguien debe trabajar), y generan ingresos (a quien trabaja se le paga).
Si el crecimiento de la economía se mide por el comportamiento de la producción, entonces el mismo no puede depender, ni del consumo de las familias (una cosa es consumir y otra producir), ni del gasto del gobierno (una cosa es gastar y otra producir), ni de las exportaciones (una cosa es vender y otra producir), por más que se consuma lo producido, se gaste en comprar lo producido, se venda lo producido.
Primero se produce y luego, ya sean familias, ya gobiernos, ya extranjeros, se compra y se consume.