El pasado que regresa

DISTOPÍA CRIOLLA

Armando Chaguaceda La Razón de México

Durante estos días, Perú estuvo en vilo por las elecciones generales. La cerradísima disputa entre el izquierdista, Pedro Castillo, y su oponente de derecha, Keiko Fujimori, reflejó una polarización interna, pronto trasladada a sus aliados internacionales.

Tanto izquierdas —democráticas o populistas— como sus pares derechistas —moderados o extremos— tomaron partido por sus contrapartes locales. Lo curioso, allende los clivajes ideológicos, son las coincidencias que atraviesan ambas candidaturas. Y las huellas que proyectan sobre el proceso político de Perú y Latinoamérica.

Castillo y Fujimori defienden agendas conservadoras en cuanto al reconocimiento de los derechos humanos y el respeto a la diversidad identitaria. Sus proyectos promueven enfoques rebasados —estatista, uno; neoliberal, la otra— del desarrollo económico y gestión pública. Sus referentes políticos revelan una tensión estructural con cualquier visión sostenible de república democrática. La resaca de estos comicios, me temo, se extenderá allende la coyuntura y, lo que es peor, las fronteras nacionales.

Tras décadas de imperfecta pero real recuperación democrática, los principales actores —élites, partidos y movimientos— latinoamericanos han mostrado un frágil compromiso republicano. La derecha, al insistir en modelos socioeconómicos excluyentes, ha impedido la construcción de Estados de Bienestar inclusivos con auténtica ciudadanía social. La izquierda, a menudo, ha prometido inclusión a costa de la autonomía cívica y el pluralismo político. La polarización social preexistente —de raza, clase y región— se ve hoy reforzada por la polarización política inducida, en estrategia movilizadora de gobiernos y oposiciones radicalizados.

La historia nos enseña que esto no es nuevo. El politólogo Kurt Weyland explicó1 cómo hace un siglo se vivió el peor retroceso democrático en la historia moderna de Europa y AL. En las décadas de 1920 y 1930, la radicalización bolchevique provocó poderosos movimientos de extrema derecha. Los temores al comunismo — tanto de prejuicios derechistas como de la praxis autoritaria soviética— pusieron en duda la sobrevivencia de la democracia y abonaron el ascenso de Mussolini (Italia) y Hitler (Alemania). El centro político —socialista o liberal, cristiano o popular— fue rebasado o, en muchos países, aniquilado por el totalitarismo fascista y autoritarismo conservador.

En Latinoamérica, la espiral de radicalización ideológica, polarización política y autocratización de diverso signo, cobró bríos 30 años después, tras el triunfo de la Revolución Cubana en 1959. Los izquierdistas creyeron que podían importar el guion castrista. En su réplica, los derechistas confundieron cualquier reclamo progresista con amenaza comunista.

Como explica Weyland en otra obra2, las ideas radicalizadas, expectativas exageradas y cálculos de interés sesgados llevaron al horror de los años 60, 70 y 80. Millones de latinoamericanos, entre ellos la flor y nata de la juventud, padecieron guerras civiles y represión bajo los mantras de la revolución y la lucha contra la subversión.

Entonces, los regímenes militares gorilas, instaurados con auspicio de la CIA y apoyo de élites y buena parte de las clases medias, reprimieron brutalmente a izquierdistas criollos. Lo paradójico resulta que, en el presente, la agenda autocratizadora se haya concretado desde el polo opuesto. Cuba, Nicaragua y Venezuela son sus expresiones límite, con la complicidad de izquierdas moderadas. Basta ver el doble rasero con que el campo político intelectual progresista condena a Duque o Piñera mientras alaba (o se calla) a Díaz-Canel o Maduro.

La actual situación de autocratización izquierdista —ocurrida en democracia y nefasta en sus propios términos— podría anticipar una nueva espiral de respuestas dictatoriales desde derechas reaccionarias como el bolsonarismo, el uribismo o el aún enigmático bukelismo. Si estas últimas llegasen a concretar su mutación de liderazgos y movimientos a regímenes autoritarios tout court, Latinoamérica habrá revivido sus peores demonios. El continente se dividirá en dos bloques autoritarios, ideológicamente contrapuestos, con algunos

islotes inconexos de libertad política. Tal realidad, aunque nefasta, aparece cada vez más como un escenario posible para los años que vendrán.

1 Assault on Democracy: Communism, Fascism,

and Authoritarianism During the Interwar Years,

Cambridge University Press, 2021.

2 Revolution and Reaction: The Diffusion of Authoritarianism in Latin America, Cambridge University Press, 2019.

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