Redes de odio y desinformación

SOBRE LA MARCHA

Carlos Urdiales
Carlos Urdiales larazondemexico

Modular humores sociales a través de redes, es lo de hoy. Cadenas de WhatsApp, publicaciones en Facebook, Twitter, Instagram y TikTok, son nuestro retrato virtual.

A veces fidedigno, a veces no. Asumir que los enjambres sociales informan es fácil, hasta políticamente correcto. Pero no.

Lucía Alarcón, editora general de Harper’s Bazar México, hasta que un tuit real, pero ajeno a la verdad, le valió una andanada de sincero odio en las benditas redes. La casa editorial en Estados Unidos intervino, pero la suerte de la experimentada profesional está echada.

Lucía Alarcón posteó y luego borró una liga a un video en YouTube (https://www.youtube.com/watch?v=v--BuHXVA70&t=3s) en el cual varias personas dan testimonio de su vida, preferencias sexuales y creencias religiosas. Punto. En el material no se habla de terapias de conversión. Alarcón, desde sus personales convicciones, escribió: “Jesús cambia vidas”. Hasta ahí.

A partir de la publicación a @LuciaAlarcon le llovió. Con todo rigor y vehemencia, activistas y organizaciones defensoras de derechos humanos y de la comunidad LGBTQ atizaron a la editora. Las mal llamadas terapias de conversión para “curar” la homosexualidad o una identidad de género distinta a la biológica están tipificadas como delitos en el Código Penal.

Son torturas, secuestros y violaciones a la libre expresión de la personalidad de cada persona. En más de 65 países se consideran legales y aplicables. En México no. El video que retuiteó Lucía Alarcón no promueve ningún tratamiento.

Alarcón entendió, por la mala, que la privacidad en redes sociales no existe. Fue una acción tan personal como respetable; no alentó nada ilegal desde su cuenta personal, no corporativa. Pero dio igual.

Va a aprender más sobre inclusión y tolerancia, ofreció disculpas a quienes se sintieron ofendidos. No esparció mensaje de odio. Los recibió. Y de intolerancia, también. La corrección política la va a separar de un cargo que desempeñaba con talento. En las redes todo es personal. La conducta virtual impacta más que la probidad —real— de cada ser humano.

Otra cara de la misma moneda es lo sucedido con los influenciadores virtuales que, debido a su alcance en redes sociales, se convierten a sí mismos en una marca que puede, según precio y acuerdo, apoyar a otros membretes, productos o incluso partidos políticos.

Las y los atractivos influencers espontáneamente nadan en sincronía, recomendaron el PVEM a sus seguidores y fans. Casuales, pero siguiendo el mismo guion, los y las famosas platicaron su encanto con las propuestas del partido político 24 horas antes de la votación, dejando a la conciencia de cada uno cómo sufragar.

Burla a la veda electoral, al pomposo periodo denominado de reflexión. Maña probada una y otra vez. Multas que salen baratas frente al botín presupuestal obtenido. Las redes sociales regulando a las redes sociales no es más que otra utopía que tarde o temprano deberá tener un abordaje legislativo capaz de sortear lapidarias e ignorantes sentencias, de ser modernos censores de infinitas libertades. Y libertinajes.

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